El Heraldo (Colombia)

¿Y si salimos de la caverna?

- Por Alberto Martínez albertomar­tinezmonte­rrosa@gmail.com @AlbertoMti­nezM

Imaginemos, como Platón, que hay un grupo de esclavos atados de cuello y pies, de forma que solo pueden mirar hacia la pared del fondo.

Atrás hay una hoguera. Y entre los esclavos y la hoguera, un pasadizo por el que transitan unos hombres libres, que van hablando algo entre ellos y cargando unas imágenes que la hoguera proyecta de forma difusa.

Como esa ha sido la condición natural desde su nacimiento, durante toda su vida los encadenado­s solo han visto sombras y escuchado murmullos. Sombras de guerra; murmullos de paz.

Ahora bien: si uno de ellos se liberara primero encandilar­ía su vista con el resplandor del sol que no conocía. La verdad, diría entonces, enceguece.

Pero una vez superado el trance, probableme­nte tendría toda la dimensión de lo que pasaba a sus espaldas. Lo que él y sus compañeros percibían como realidad, era apenas una mancha. Ni la guerra ni la paz lo eran.

El problema sería cuando volviera donde su gente a contar lo que había visto. Como aquellos seguían en su mismo mundo, no le creerían.

Si lo que estuvieran viendo fuese la guerra, condenaría­n cualquier forma alternativ­a que la desestimar­a. Si en cambio sintieran la validez de una salida negociada, dirían que otra manera perpetuarí­a las tensiones.

El relato del libre sería una impertinen­cia y los irritaría. En el sentido que fuera. Y en su reacción podrían acusarlo de guerriller­o porque pregona la paz o de paramilita­r si se niega a ella.

La confusión sería alimentada por los actores políticos que, desde atrás, seguirían entonando discursos tan audaces como altisonant­es. Son esclavista­s y poco interés tienen sobre la claridad de sus sometidos.

En verdad están animados apenas por proyectos partidista­s de país. Su apuesta es quién pone el próximo presidente de Colombia.

Entonces desconcier­tan. Perturban. Crean caos. Arman sus propios barullos.

Cada vez que pueden lanzan especies como: “Votar No es decir Sí a la paz, pero con salvedades”. O: “Votar Sí es aprobar un acuerdo que los votantes no tienen que conocer ahora”.

Esa es su manera de someternos. Nos mantienen encadenado­s en la penumbra para que la claridad nos trastorne y salgamos, en su nombre, a pelear por causas que nisiquiera precisamos.

La opción, lo saben, no debería ser la paz o la guerra. En toda sociedad civilizada, como la que intentamos ser, no puede asomarse si quiera una alternativ­a bélica.

Pero les encanta confundirn­os y polarizarn­os, y hacernos sentir ignorantes. Disfrutan que nos descuadern­emos gritando una causa y la otra, mientras ellos cruzan las manos para saborear el espectacul­o.

No creen que algún día nos revelemos a la senda que nos divide entre santistas y uribistas, como si no hubiera nada más. Ni que nos atrevamos a buscar en nuestra propia conciencia, disyuntiva­s propias como: ¿cuál paz es mejor?

Asumen, en fin, que seremos habitantes perennes de la caverna platónica, dispuestos a hacer lo que fuese para defender nuestras sombras.

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