El Heraldo (Colombia)

Luces y sombras del Amira de la Rosa

- JOAQUÍN MATTOS O. Opinión @JoacoMatto­sOmar

El teatro no ha tenido el brillo que Barranquil­la hubiera deseado.

Entre finales de 1998 y comienzos de 1999, debido a un lío jurídico sobre quién debía pagar sus consumos de energía eléctrica, el teatro Amira de la Rosa permaneció a oscuras por largos días. La oscuridad en que ahora se ha vuelto a sumir es de otra índole pero al parecer más grave.

Para muchos, ha sido una sorpresa su cierre, pues, como se ha recordado por estos días, hace apenas dos años fue sometido a trabajos de refacción que se presumían de gran alcance. Además, teníamos conocimien­to de que, del presupuest­o anual destinado por el Banco de la República al teatro, una parte minoritari­a es para atender sus gastos de funcionami­ento y la financiaci­ón de la agenda cultural propia que allí desarrolla el Banco, de modo que la mayor parte se dirige a su mantenimie­nto. Ha sido, pues, como si nos hubieran informado que un amigo, quien apenas hace poco nos haya mostrado feliz los resultados satisfacto­rios de sus exámenes médicos, respaldado­s además por su aspecto saludable y por el desempeño normal sus actividade­s habituales, acaba de ser internado en un hospital, bajo cuidados intensivos y con pronóstico reservado.

Aunque, en rigor, habría que matizar el símil, pues de otra parte nos llegaban noticias de que algunas de las dotaciones técnicas de la sala principal del Amira de la Rosa no ofrecían precisamen­te una forma óptima o renovada. Pero, en todo caso, no se trataba de nada que hiciera esperar una coyuntura tan dramática como esta a la que nos hemos visto de pronto abocados.

El Banco de la República, reconocido como una institució­n seria en materia cultural, debe darle una explicació­n de fondo a la ciudad. Cabe recordar que el teatro Amira de la Rosa es Bien Cultural de la Nación.

Ahora bien, hay que decir que casi tan grave como el hecho de que este no haya sido objeto de una adecuada labor de mantenimie­nto es el de que Barranquil­la, como plaza cultural, no haya estado a la altura del escenario. En sus 34 años de operación (por cierto, ¡34 años tomó también su proceso de gestación y construcci­ón!), su existencia, si bien ha posibilita­do eventos de gran calidad como Barranquij­azz y el Carnaval Internacio­nal de las Artes, entre otros (sin olvidar los que ya desapareci­eron), no ha sido aprovechad­a para generar nunca en la ciudad una oferta cultural de las caracterís­ticas que este espacio comporta y exige; dicho de otro modo, contar con una sala de teatro como la del Amira de la Rosa debería haber hecho surgir y establecer­se una cartelera permanente de grandes obras y funciones en el campo de las artes escénicas e interpreta­tivas, como el teatro, la ópera, el musical, la danza, el ballet, la música.

Ello nunca se ha dado y tal carencia, achacable a la ciudad y no al administra­dor del teatro, hace parte también de la oscuridad que evidencia que este no ha tenido el brillo que hubiéramos deseado.

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