El Heraldo (Colombia)

¡Tomás Arrieta es un nombre imborrable...!

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Tenemos la más completa de las seguridade­s para decir que el grupillo que quiere cambiarle el nombre al estadio de béisbol no tiene la más vaga idea acerca de la dinastía de los Arrieta.

Cuando apenas es un rumor esparcido con visible timidez, ya están creciendo los aficionado­s deportivos para protestar la intentona de cambiarle el nombre de Tomás Arrieta al estadio de béisbol, para de inmediato imponer el nombre de Édgar Rentería, porque en Barranquil­la vivimos. Sí, dicho así en la que fuera la ciudad más deportiva de Colombia, pero ya hace muchos lustros cuando había una generación que hacía ganar tantos títulos deportivos.

Tenemos la más completa de las seguridade­s para decir que el grupillo que ha comenzado la cambiadera no tiene la más vaga idea acerca de la dinastía de los Arrieta, que otra igual hasta ahora no se ha conseguido, ni en la costa, ni tampoco en Colombia. En tiempos ya bastante lejanos tuvimos en el fútbol barranquil­lero a los Mejía, que fueron cuatro jugadores, pero hubo uno que no conocimos, sino a los tres restantes: Víctor, Marco y ‘Vigoron'. Del cuarto se nos dice que lo hubo de carne y hueso, pero no podemos entregarle a nuestros lectores ese cuarto jugador.

Otra cosa, tanto en número como en deportes, los barranquil­leros acogimos con fervor a los Arrieta que en el género masculino fueron nada menos que cinco y en el femenino fueron tres, para ese abrumador y único total de ocho Arrietas nacidos en un hogar del grandioso Barrio Abajo.

Pablo, Julio, Tomás y Rafael jugadores todos de calidad, aunque no puede negarse que entre ellos los había superiores. Tampoco saben que en Cartagena, donde jugaba con sus hermanos en una época en la que el béisbol había desapareci­do de Barranquil­la, Tomás Arrieta fue bautizado ‘El Hombre Team', porque jugaba y bien jugadas las nueve posiciones del béisbol.

Hay que ser desagradec­idos hasta la última gota de sangre para borrar de un plumazo el nombre tan esclarecid­o de Tomás Arrieta, renegando de una figura que fue orgullo por muchos años de nuestro béisbol. ¿Que no fue grandeslig­as?... ¿Y cuántos no lo fueron? Conocedore­s saben que pudieron haberlo sido si en la época de ellos había esa inquietud, como la hay ahora. Las últimas palabras de este espacio son para prometer que seguiremos en la lucha porque se respeten las grandezas pretéritas de nuestro deporte.

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