Barreras ideológicas que impiden la paz
Pretender salvar al mundo y a la humanidad con conceptos políticos, doctrinas y guerras entre naciones, sugiriendo la concepción imaginaria de un gobierno sin fronteras para todos los países, no es más que una utopía similar a ‘la voz del que clama en el desierto’.
Y si intentáramos solo como periodistas emprender la construcción utópica del edificio de la paz, tendríamos que empezar por colocar el primer ladrillo de la transparencia y equidad con la que deben gobernar todos los países para el bien común, y no con el mezquino afán que solo trae beneficios para los grupos partidistas.
Históricamente, cada Nación poderosa ha tenido su cuarto de hora de supremacía pero sin la continuidad ambicionada: griegos, persas, babilonios, otomanos, egipcios, romanos, ingleses, árabes, españoles, alemanes, soviéticos y norteamericanos.
Todos, en su momento, han llegado a dominar un trozo del planeta, pero su predominio sobre los más débiles, ya sea mediante la conquista bélica, ‘las intervenciones’ o la colonización económica, siempre ha traído consigo el final de su supremacía, porque el reloj de la historia gira en un solo sentido.
No es fácil que los gobernantes de todas la naciones comprendan que la paz mundial — y aquí la pretendida utopía— solo se logrará cuando se derrumben, como el muro de Berlín, todas las fronteras ideológicas, que los gobiernos de izquierda puedan convivir con los democráticos en un intercambio comercial y cultural; y que los países musulmanes compartan territorios y libertades con cristianos y judíos.
El pasado nos demuestra que muchos pueblos no pudieron obtener territorio propio para establecerse como países independientes. En Asia, por ejemplo los kurdos con vocación sedentaria que quisieron establecerse en tierras de Irak, Turquía, Irán y Siria fueron sistemáticamente expulsados obligándolos a convertirse en pueblos nómadas.
Hoy en día, son una población indoeuropea que habita en la región montañosa del Kurdistán, en Asia Occidental, constituida en su mayoría por musulmanes sunitas, y con una importante minoría que todavía profesa la religión tradicional kurda: el yacidismo.
Son la minoría étnica más grande en el Medio Oriente que no ha podido establecerse como Nación. Sesenta millones de personas, aproximadamente, repartidas entre los estados soberanos de Turquía, con una población de un 45%; en Irán e Irak, con un 25%, y en Siria, con tan solo un 5%.
Así las cosas, es importante que cada Nación y cada territorio sin patria posea total autonomía, respetable soberanía y libre determinación para manejar sus propios procesos históricos, sin intervenciones externas, aunque sus ideologías políticas no compaginen con otras diferentes.