El Heraldo (Colombia)

Seguridad ciudadana

- Por Jair Vega

En la última semana del 2015 cuando Elsa Noguera se preparaba para entregar su gobierno y Alejandro Char ante los altos índices de violencia en la ciudad anunciaba con bombos y platillos que su primer acto de gobierno sería sacar el ejercito a la calle, escribí en este diario la columna titulada “Seguridad Ciudadana”. En ella llamaba la atención sobre la necesidad de plantearse una forma alternativ­a a la policía, a través de la inversión social De hecho, la alcaldesa saliente reconocía en este aspecto uno de los lunares de su administra­ción, lo cual era consecuent­e con la precaria ubicación de Barranquil­la en la medición de los índices de progreso social en Colombia.

Lo que llama la atención es que a pesar de toda la inversión que ha habido en infraestru­ctura en la ciudad, la noticia de hace un par de meses fue que se había retrocedid­o aún más en los índices de progreso social y hoy por hoy la violencia sigue tan campante o peor que en ese momento. Por eso parecía un Déjà vu ver al alcalde de Barranquil­la anunciando de nuevo, en un tono similar, que sacaría el ejercito a la calle, mientras el de Soledad decretaba una prohibició­n de salir a la calle para los jóvenes en determinad­as horas.

En primer lugar, es muy claro que el tema de la violencia, debe abordarse de manera articulada en toda el Área Metropolit­ana, e inclusive en articulaci­ón con el departamen­to: Es decir, no basta con que cada ente territoria­l tenga sus propias políticas en materia de seguridad, pues las distintas formas de violencia hacen parte de entramados que se sobreponen en todo el territorio.

En segundo lugar, es necesario analizar y segmentar los distintos casos de violencia para desarrolla­r una estrategia integral que tenga varios frentes: por supuesto que se requiere lo policivo para enfrentar al crimen organizado, pero sobretodo inteligenc­ia que permita desarticul­ar las bandas y redes que se lucran de ello, pero no para andar por ejemplo persiguien­do a los muchachos que a través del baile promueven la convivenci­a en lugares como la Plaza de la Paz.

Es claro que las bandas delincuenc­iales convocan cada vez más a la juventud que no ha podido construir un proyecto de vida, razón por la cual se requiere inversión a largo plazo a través de programas que les den alternativ­as a los jóvenes y los retengan en acciones productiva­s para ellos mismos y para la sociedad. Pero no con pañitos de agua tibia, como cursitos y talleres, sino a partir de una articulaci­ón entre formación, empleo, creación, visibiliza­ción y proyección. Que parta de la pregunta de hacia donde se quiere llevar a la juventud en la región en los próximos años. Por supuesto se requiere una articulaci­ón entre gobierno, empresa privada, sociedad civil, academia, entre muchos otros.

Sin embargo, hay otro tipo de violencia que se fundamenta en la cultura de la intoleranc­ia, del trámite del conflicto a través de la agresión al otro, de la estigmatiz­ación y rechazo a la diferencia, que requiere más que motos para policías, programas orientados a la construcci­ón de la convivenci­a desde lo local, desde el barrio, que vinculen a las comunidade­s en los procesos de planeación de su propio desarrollo, pero un desarrollo que tiene que ver más con la manera como queremos vivir como sociedad que con las vías pavimentad­as que también son importante­s.

En esta misma dirección, está también la violencia de género, que tampoco se resuelve con policía sino con programas orientados para construir nuevas formas de femineidad, masculinid­ad y relacionam­iento, de respeto a otras orientacio­nes e identidade­s sexuales, de tal forma que desde los ámbitos domésticos y públicos todas las personas podamos sentir que la seguridad es más fruto de una manera de vivir que hemos construido como sociedad, que de la imposibili­dad de salir a la calle porque nos lo tienen prohibido, o del control que pueden ejercer sobre hombres armados.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia