Polvos corporales
En la celebración del carnaval es tradicional el uso de los polvos.
Estos productos han sido desarrollados por las industrias cosmetológicas y farmacéuticas para mantener la piel libre de humedad, fresca; ofrecen protección desodorante, principalmente en la zona de las axilas y ayudan así a la higiene personal.
Podríamos decir que pueden ser de gran utilidad para la salud de nuestra piel, ya que previenen y alivian las irritaciones causadas por el intenso calor y el sudor que se presenta en la época de carnaval. En términos generales son poco tóxicos y casi inofensivos, pero la inhalación excesiva puede desencadenar crisis de asma o bronquitis aguda y hasta insuficiencia respiratoria grave, o cuando nos caen dentro de los párpados en el ojo nos pueden causar una conjuntivitis.
Por informes de prensa fueron incautadas por la Policía ‘talco carnavalero’ empacado en cajas de cartón, utilizando el químico carbonato de calcio sin el registro sanitario. Es un agente que absorbe y retiene la humedad y seca la piel. En este caso, por su ilegal procedencia, es dudoso que esté en forma pura, y puede estar contaminado con otros minerales. Mención especial merece
el talco –es un polvo mineral (Silicato de magnesio), también tiene la propiedad de absorber la humedad y dejar la piel seca y suave, de ahí que se emplee en artículos de tocador. A pesar de estos beneficios son cuestionados y controversiales ya que químicamente tienen similitud a los asbestos (amiantos) y algunos contienen ftalatos, un ingrediente considerado carcinogénico. De ahí que su popularidad como polvo para el cuerpo ha disminuido en gran medida debido a que se ha vinculado con casos de cáncer de pulmón y de ovario.
Como se puede deducir, estas sustancias que usamos para celebrar estas festividades y que parecerían inofensivas si abusamos o las usamos en forma inapropiada nos pueden causar daño y dañarnos el carnaval.
Por ello, no debemos reemplazar el antifaz, la peluca, la cachucha, los gorros y el sombrero por todos estos polvos, tintes y decolorantes.
Agustín Guerrero Salcedo