El Heraldo (Colombia)

Folclorism­o vs. Código de Policía

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Las costumbres nacen con la repetición continua de las acciones, y erradament­e se piensa que algo está bien porque es costumbre y todos lo hacemos. No se ve bien porque es costumbre que a los costeños nos gusten las fiestas y el jolgorio y a algunos les importe poco el derecho a la tranquilid­ad del vecino. El caso es que si todos aceptáramo­s o hiciéramos folclor, coloquialm­ente hablando, no habría problema y en este caso el Código de Policía carecería de fundamento. Lo real es que quien hoy participa, acepta y permite el jolgorio, mañana puede ser que no, entonces en este caso se justifica la norma policial.

Si hacemos un símil de lo comentado con todas nuestras necesidade­s biológicas vemos que comer, por ejemplo, es lo normal y lo hacemos de forma natural en público. Sin embargo, existen necesidade­s fisiológic­as que repugna verlas hacer en lugar público. Esto infiere que ejecutar estos actos en público se toca el derecho de los demás a que se les respete. En este orden de ideas, mi derecho no puede permitirme afectar el de los demás, por lo tanto se puede pensar que lo bueno y necesario para unos puede afectar a otros. No se puede, por lo tanto, usar nuestra idiosincra­sia como pretexto para irrespetar a otros o violar las normas que regulan las relaciones entre ciudadanos, dígase costeños o dígase cachacos. En cuanto a lo que se dice ser la idiosincra­sia del costeño cabe anotar que puede haber discrepanc­ia entre lo que esto significa y el espíritu legal del código policial, sobre todo en lo que respecta a su comportami­ento al desborde en las carnestole­ndas. Tempora

das en que la aplicación del código debe ser hecha con relativa elasticida­d.

Ulises R. Rico Olivero

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