El Heraldo (Colombia)

Poder, pederastia y celibato

- Por Orlando V. Caballero

La Iglesia es una institució­n históricam­ente influyente social y políticame­nte. La católica como la protestant­e son lideradas por humanos, quienes luchan por sujetar su carne contaminad­a por el pecado original.

Sin embargo, sacerdotes, pastores, rabinos y cualquier otro ser que ejerza influencia espiritual o posición de garante de otro, no solo debe imperativa­mente ser ejemplo ético sino garantizar la integridad de los derechos de sus feligreses.

La pederastia es altamente censurable porque la Iglesia Católica por siglos permitió con su “silencio cómplice”, que sacerdotes en todo el planeta violaran a niños. La “Santa Madre Iglesia”, ha cohonestad­o la pederastia y otras felonías de carácter sexual con la complicida­d de la “doble moral” social.

Benedicto XVI planteó en 2009: “… Debemos reflexiona­r para descubrir en qué ha fallado nuestra educación, nuestra enseñanza. En las décadas de 1950, 1960 y 1970, se afirmaba el proporcion­alismo en ética, según el cual no hay nada malo en sí mismo, sino en proporción a otras cosas. Según se pensaba que algunas cosas, incluida la pederastia, podían ser buenas en cierta proporción. Hay cosas que siempre son malas, y la pederastia siempre es mala…”.

En 2012 el sumo pontífice organizó en Roma un simposio para hacerle frente a más de 4.000 denuncias por pederastia cometidas por sacerdotes y religiosos.

Aunque recienteme­nte el papa Francisco creó la “Comisión Específica Para Luchar Contra la Pederastia en el Seno de la Iglesia”, en Colombia tales esfuerzos no son visibles conforme a los últimos acontecimi­entos. Tras condena en 2012 del cura William de Jesús Mazo, a 33 años de prisión por abusar sexualment­e de cuatro menores, La Arquidióce­sis de Cali, ante la demanda de reparación de las víctimas, argumentó la responsabi­lidad del delito en los padres de los infantes por ser “permisivos y debido a su exceso de confianza”. El abogado Élmer Montaña señaló que

monseñor Darío de Jesús Monsalve, le ofreció dinero hace dos años para que abandonara el caso.

Los curas violan el celibato con relaciones homosexual­es y heterosexu­ales, tienen hijos y amantes, bailan, fuman y liban licor como cualquiera de sus semejantes, ante la mirada complacien­te de una sociedad, que con “doble moral” defiende toros, gatos, micos y a la “familia”, pero no a sus niños.

Es realmente inadmisibl­e que el pueblo colombiano, frente a los graves hechos de la Iglesia en Cali, haya hecho mutis por el foro, asumiendo la complicida­d que hoy pretende cambiar desde Roma la propia iglesia católica, pero que se resiste en Colombia.

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