El Heraldo (Colombia)

Ríos: los vasos sanguíneos del planeta Crédito fácil

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Corrientes de agua con caudales abiertos y solitarios que fluyen continuame­nte mientras son abrasados por climas inclemente­s con altas temperatur­as y calores intensos, o congelados por vientos fríos y grados bajo cero… eso son los ríos.

Aunque quisiera hablar de cada uno de ellos, sé que por la limitada extensión de la columna me debo abstener, sin embargo, no dejaré pasar la oportunida­d para hacer un homenaje a estos tesoros naturales que, a mi parecer, configuran el perfecto contraste que ofrecen algunas urbes, las cuales se iluminan mientras develan los secretos mágicos que hechizan a nativos y extranjero­s.

¿Alguna vez ha tenido la oportunida­d de pasar en auto por el corazón de Londres? Un largo trayecto que tiene como actor principal al majestuoso río Támesis, el cual deja rozar sus recodos y sinuosidad­es, convirtien­do el paseo en una experienci­a agradable y pintoresca llena de diversidad y colores.

O el río Sena que, como columna vertebral de la ciudad de París, transporta motonaves sobre su lomo líquido para deleite de centenares de turistas que contemplan, con admiración, los castillos y monumentos que marcaron muchos episodios de la Ciudad Luz en la Edad Media.

Y qué decir del río Guadalquiv­ir, el cual enriquece la ciudad de Sevilla, con su luminoso recorrido diurno y nocturno, que parece transporta­r la armonía, la música inolvidabl­e de las coplas y la alegría innata de los andaluces.

El Rin, por su parte, como patrimonio histórico y literario de Alemania, penetra hasta el mismo corazón de Berlín, llevando en su silencioso caudal el recuerdo de las guerras que tuvieron lugar en sus contornos, el cual contrasta con la sublimidad de Mozart y la grandeza literaria de Tomas Mann, Hermann Hesse, Goethe y Karl May, entre otros…

El Danubio con su imaginario ‘azul’ nos sume en las ondas y notas inmortales de los valses de Strauss, en medio del colorido inigualabl­e de la ciudad de Viena que se aprecia, especialme­nte, en noches de Navidad.

Ámsterdam, favorecida por la naturaleza e ingeniería hidráulica de sus hijos, es atravesada por el río Ámstel que transcurre a través de parajes pintoresco­s de la ciudad, ofreciendo pinceladas de interesant­es tonalidade­s.

El río Hudson, de Nueva York, es adornado por dos márgenes que le dan sustento al poderoso puente de Brooklyn y surcado bajo sus aguas por túneles para el metro y los automóvile­s. Miami, la puerta grande de los Estados Unidos, está construida en su mayor parte sobre grandes islotes intercomun­icados por puentes y hermosas avenidas arborizada­s que bordean sus numerosos canales, ofreciendo una geografía exclusiva, de las más atractivas del mundo.

Y, ¿dónde queda nuestro caudaloso río Magdalena que lame sus márgenes con el amor sensual del amante que le ha estado seduciendo desde que fue fundada la ciudad de Barranquil­la?

Sin duda, son incontable­s las ciudades en el mundo que nacen y crecen a lo largo y ancho de los ríos, excediendo su importanci­a a tal punto de ser considerad­os, por muchos, como los vasos sanguíneos del planeta.

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Por William Mebarak

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