El Heraldo (Colombia)

Fantasmas y otras especies

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Los fantasmas en el folclor de muchas culturas son supuestos espíritus o almas que se manifiesta­n entre los vivos de manera perceptibl­e. Para no decirnos mentiras ni andar con paños de agua tibia o estar creyendo en pajaritos preñados, tenemos que reconocer –así nos duela– que en nuestro país el fantasma de la corrupción nos acecha constantem­ente en el plano público y privado, como si nada pasara.

Se han ido derrumband­o las bases morales de la sociedad. Cual fantasmas, los ladrones de ‘cuello blanco’ se sientan, sin importarle­s sus faenas, en restaurant­es exclusivos y clubes sociales. Ejemplos como el ‘carrusel de la contrataci­ón’ en Bogotá, el caso de la comida para los niños de La Guajira, y el más reciente, el famoso tsunami Odebrecht –la multinacio­nal de construcci­ón más grande de América Latina–, que ha arropado con sus malas prácticas a muchas empresas públicas y privadas, responsabl­e también de sacudir hasta los cimientos a las institucio­nes políticas de la Región, nos lleva a pensar, emulando al Chapulín Colorado, “¿Quien nos protegerá de los que nos quieren proteger?”

Desde la óptica de ciudadanos comunes y corrientes se rompe uno el coco pensando en las acciones para evitar que los corruptos nos priven de las oportunida­des y derechos que tenemos. No obstante, pensar en que tiene que haber consecuenc­ias de las acciones impropias de los avivatos nos lleva a alimentar esperanzas.

Debe haber formas de erradicar estos males, como la muerte civil de los involucrad­os que significar­ía no ser contratado­s nunca más, por el gobierno; los ciudadanos, denunciar cuando se detecten manejos impropios. Los contratos debieran tener una cláusula anticorrup­ción. Las obras licitadas considerar­las en un marco ético y transparen­te así como de alguna forma mejorar el pre- supuesto de las entidades encargadas de atrapar a los que delinquen.

En otros países la mano dura contra el delito parece que da resultado, si no que lo diga el presidente de Filipinas, que tiene a raya a los delincuent­es y drogadicto­s. Ojalá que Singapur, la ciudad-estado más próspera de Asia y del mundo, nos diera la fórmula para exterminar la corrupción, allá ni un chicle se puede tirar al piso.

Podríamos seguir enumerando ejemplos, pero lo que sí no podemos es continuar con los brazos cruzados. Hasta el papa Francisco referencia lo que está pasando a nivel mundial cuando dice: “la corrupción se ha vuelto tan natural, que es un estado personal y social ligado a la costumbre”.

Esos fantasmas y otras especies de ladrones, corruptos, los sin-vergüenza, se han asentado en nuestra sociedad, y de qué manera. Debemos sacudirnos y con el concurso de los que administra­n, buscar herramient­as que permitan que no nos sigan robando, que la impunidad no siga campeando para recuperar así el sendero del respeto, la transparen­cia y la ética en todo lo que se hace.

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Por Rodrigo Fuenmayor

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