¿Quién es el patán?
Hace unos días el vicepresidente de Colombia Germán Vargas Lleras dijo públicamente que el señor Diosdado Cabello, que fue presidente del Congreso vecino, era un patán, término que la Real Academia de la Lengua define como un adjetivo aldeano o rústico, hombre zafio y tosco. Zafio, por su parte, como persona grosera. La respuesta o comentario de Vargas Lleras obedeció a que el exvicepresidente venezolano manifestó también públicamente que el colombiano era un hijo de puto. Todo se originó porque antes Vargas había expresado en una tribuna, entregando casas gratis, que es su pasión, que no se las dejaran quitar de los “venecos”, un modismo popular e inofensivo que los mismos venezolanos de las fronteras se inventaron.
Detrás del telón, por supuesto Maduro aprovechó la ocasión para hacer nuevamente el ridículo: pidió a Vargas Lleras que pida perdón públicamente y que colocaría el caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Por supuesto el mundo entero ha entendido enseguida que con ese descenso galopante de aceptación de Maduro en Venezuela esta era una oportunidad clara de exacerbar el nacionalismo vecino, agitar las pasiones de rechazos a colombianos, para embolatar algún tiempo la oposición a su gobierno y la cada día más creciente antipatía a su persona y a su gestión.
Vargas Lleras no necesita a nadie para que lo defienda porque no es un delito ni una ofensa ser miembro de una distinguida familia colombiana, bien educado, con una limpia hoja política de sus antepasados y propia. No es, en resumen, un patán, está muy lejos de ser precisamente eso porque es cortés, educado, culto. En otras palabras no es un hombre vulgar, corroncho, grosero.
Pero lo que sí ha sorprendido a la opinión publica del país es que la señora Holguín, canciller, y el presidente Santos no solamente no le dieron respaldo como debería haber sucedido, sino que le dieron la espalda. Esto significa dos cosas: que ya hay un quiebre en el equipo ministerial, quizás una división, posiblemente una fractura política más honda de lo que se aparenta ante la inminencia del retiro del vicepresidente, y, lo otro, que a esa incomodidad de Vargas Lleras en el equipo de gobierno hay que resaltar una frase precisamente del mismo en estos días: “Sorprende el maltrato con el cual Maduro y su gobierno han tratado a los colombianos en la frontera y la débil respuesta de la Cancillería respondiendo al caso con un envío de colchones y baúles, pero cero protestas diplomáticas o actitudes enérgicas ante el horror del maltrato ‘veneco’ a nuestros compatriotas”. ¿A qué juega el gobierno de Santos? ¿Por qué esa sumisión, ese temor, esa pasividad a las actitudes permanentemente groseras de Maduro y su combo con nuestros compatriotas?
Conocemos mucho al pueblo venezolano, noble, trabajador, positivo, generoso. Siempre acogió al colombiano con afecto y en miles de casos hizo familia con ellos. Ese pueblo no merece los atropellos que ahora resiste ni los oprobios de unos ignorantes que se subieron al poder precisamente por la ingenuidad, la tolerancia y la inocencia del pueblo que creyó en ellos comenzando por la decencia y la dignidad. Ninguno de los dos atributos existen entre aquellos dos dirigentes. Las dos opiniones públicas de allá y de aquí, nos preguntamos: ¿no se han dado cuenta otra vez con este episodio de Vargas Lleras-Cabello, cuál de los dos es el patán?