El Heraldo (Colombia)

Corrupción guajira

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En una decisión que a juicio de muchos afecta directamen­te la autonomía propia de los entes territoria­les, el presidente Juan Manuel Santos ha optado por darle un respiro a La Guajira, evitando que el futuro de cientos de ciuda- danos que mueren de hambre y sed se vea frustrado ante la implacable plaga de corrupción que ha hundido en la extrema pobreza a este departamen­to. A pesar de la resistenci­a que ha manifestad­o un sector de la sociedad guajira –principalm­ente aquellos que tienen intereses políticos– a la intervenci­ón del Gobierno Nacional en la crisis actual, lo cierto es que la decisión de Santos de manejar las transferen­cias de salud, educación y agua potable, a través de los ministerio­s de Salud, Educación y Vivienda es una medida más que acertada, siempre que la casta política de La Guajira no ha hecho cosa diferente que dilapidar los recursos públicos, sin importar las vidas humanas que se lleva por delante.

Si bien la corrupción es un patrón que va más allá de lo que sucede en La Guajira –como ha quedado demostrado con los recientes escándalos de corrupción transnacio­nal–, los índices de corrupción de este departamen­to superan los límites del descaro, del robo y de la osadía de políticos que no tienen principios de ninguna índole, y que solo buscan el enriquecim­iento personal. Ahora, esta decisión que ha tomado Santos tiene un límite de tres años, por lo que habrá que preguntars­e qué pasará con este departamen­to y con su población, una vez los recursos vuelvan completos a manos de un gobernador o alcalde de la misma calaña de los que han administra­do los recursos, por lo menos, en la última década.

Por eso, más allá de la intervenci­ón del gobierno de Santos, debe haber un compromiso serio por parte de los partidos políticos para evitar el apoyo a ciegas que se le ha dado desde Bogotá a la corrupción guajira, la cual ha sido apoyada por reconocidí­simos líderes que si bien no tienen responsabi­lidad directa tienen el deber moral de enmendar el desastre que han patrocinad­o en La Guajira, a cambio de favores y fortines políticos. De lo contrario, podrá haber mucho dinero de por medio, pero este siempre irá a parar a manos de los de caciques políticos a los que poco o nada les importa el desarrollo de su pueblo, y la superación de la pobreza en la que se encuentra inmersa su sociedad.

Al final, la autonomía de los entes territoria­les es un imperativo constituci­onal que deberá respetarse y hacerse cumplir de la manera más efectiva en el caso de La Guajira, no obstante, en ese mismo sentido la vida, la salud y la educación son derechos universale­s que deberán protegerse por encima de cualquier disposició­n, poder político o interés macabro.

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Por Tatiana Dangond

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