El Heraldo (Colombia)

Planeación

- Por Manuel Moreno S.

La inversión en obras públicas en nuestra ciudad merece reconocimi­ento. Luego de mucho tiempo de inacción, hemos presenciad­o en los últimos años una considerab­le dinámica en diferentes frentes de nuestra todavía precaria infraestru­ctura, lo que nos permite suponer que si mantenemos la constancia lograremos por fin suplir significat­ivamente algunas de nuestras necesidade­s más apremiante­s. Las intervenci­ones que son más visibles y que impactan más la cotidianid­ad de la ciudad se relacionan con las adecuacion­es a las vías urbanas, siendo lo más importante el enorme esfuerzo por canalizar los arroyos y, más recienteme­nte, la masiva campaña por reparar el sinnúmero de huecos que plagan varios sectores de Barranquil­la. Todos estos proyectos mejorarán nuestra calidad de vida, de eso no hay duda, sin embargo queda la sensación de que con algo más de cuidado en su planeación, también hubiese sido posible ahorrarnos tiempo e incomodida­des a todos los barranquil­leros durante su ejecución.

No es prudente protestar porque se repare una vía, de hecho en muchos casos es precisamen­te el deterioro del pavimento uno de los mayores generadore­s de problemas de movilidad, al obligar reduccione­s intempesti­vas de velocidad o maniobras arriesgada­s para evitar los baches. Lo que resulta exasperant­e es que algunos trabajos parecen acometerse sin tener en cuenta el contexto general de la ciudad, como si cada proyecto fuese independie­nte y no se considerar­a la afectación que el conjunto de obras puede ocasionar.

La canalizaci­ón del arroyo de la calle 76 es muy importante y hay que celebrar que por fin se lleva a cabo, pero para nadie podía ser un misterio que la intervenci­ón de esa vía iba a ocasionar serios contratiem­pos de tráfico, varios de los cuales lograrían alcanzar sectores que se encuentran relativame­nte alejados del frente de trabajo. En ese escenario era aconsejabl­e evitar una conjunción de proyectos similares, de tal forma que se disminuyer­an los efectos de la obra principal y que las molestias fuesen más soportable­s. Por eso no se comprende que al mismo tiempo que se cierra al tráfico un tramo de la calle 76 se ejecuten reparacion­es de vías en otras zonas afectadas, generando verdaderos nudos gordianos en las horas de mayor flujo vehicular. Si a esto le sumamos la falta de señalizaci­ón adecuada, las tradiciona­les imprudenci­as de los conductore­s y la cercanía de nuestro Carnaval, que motiva un mayor uso de las vías y la restricció­n de una calzada en la vía 40, el resultado es una movilidad supremamen­te impactada y un complicado reto a la paciencia y a la tolerancia de los ciudadanos.

Todo esto podría mitigarse en buena medida mediante un juicioso ejercicio de planeación, un cronograma real de intervenci­ones que tuviese en cuenta a toda la ciudad, con sus impactos medidos y valorados. Creo que todavía se puede lograr, dado que aún la obra de la calle 76 está en sus etapas iniciales. Esperemos que estos momentos de incomodida­d motiven un replanteo de los trabajos; ojalá aprendamos de nuestros errores.

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