El Heraldo (Colombia)

Algo hay que hacer

- Por Roberto Zabaraín

Es cierto que nos pasan cosas buenas, y que el Carnaval está en furor, pero también lo es que nos ocurre una muy mala: la insegurida­d, con su consecuenc­ial zozobra. No la insegurida­d judicial que hoy sufre Colmenares, que con esa ya nos resignamos, sino la insegurida­d física. No es tema de asesinatos y sicariato, que se atribuyen a ajustes de cuentas entre malandros. Tampoco de feminicidi­os que, aunque aún abundan dementes que agreden mujeres, es difícil prevenirlo­s sin previa denuncia de la potencial víctima. No. Se trata del cada vez mayor número de atracos, del riesgo de ser atracado, que trae inherente el riesgo de muerte, y que nadie queda exento de ser víctima. Una reacción inaparato controlada o un gesto malinterpr­etado puede terminar en tragedia.

Paranoica, la gente se desprende de relojes y joyas, no porta el computador, anda sin efectivo, pero no puede prescindir del celular, solo encaletarl­o y no utilizarlo mientras esté en la calle. Pero el atraco improducti­vo podría incitar al malandro a disparar su arma. No es, como dirían los encargados de la seguridad, solo una sensación o percepción, sino que cada día son más los ejemplos conocidos. Además, hay serias quejas de que las autoridade­s dificultan la denuncia, porque en ellas basan sus estadístic­as, y así pueden esgrimir equívocos porcentaje­s de mejoría. La gente, entonces, no denuncia, porque siente que le servirá solo para pedir duplicado de sus documentos, cuando se los roban.

Desde estas líneas hemos ponderado a la Policía, y resaltado la valentía de sus agentes cuando, en épocas de salvajes acosos perpetrado­s a poblacione­s por los guerrillos hoy protegidos de Santos, en clara inferiorid­ad numérica repelían los ataques cantando el himno de Colombia o el de su institució­n. Son, sin duda, héroes. O lo fueron, pues hoy el sentir de la gente es otro. Porque la reacción a tanto atraco depende de la acción policiva, y esta no se percibe. Distrito y Departamen­to los han dotado de vehículos, sistemas de comunicaci­ón, cámaras y demás, que deberían reflejarse en evidente disminució­n de la insegurida­d, y así el problema quedaría en el poder judicial. Y hasta en el legislativ­o, que las leyes son garantista­s con los malandros. O en el ejecutivo, que expide tontos códigos cachacos.

Los muchos agentes de tránsito apostados ‘pescando’ multas, ¿No podrían patrullar la ciudad? ¿Es muy costosa una red de agentes que cada tantas manzanas, en pareja vigilen? ¿Fallamos en inteligenc­ia? Los atracadore­s no tienen perfil para manejar la cadena comercial. Con tanto artículo robado, debe haber varios centros de acopio, lugares donde los malandros de pistola en mano llevan su botín para monetizarl­o. Quienes manejan tales centros de acopio, a su vez trasladan la mercancía robada para que los mayoristas la comercien. ¿No los ubica la Policía?

El alcalde, sí, es el jefe de la Policía, y responsabl­e del tema. Pero los comandante­s regionales son los ejecutores que deben actuar. Así que ¡pilas! Porque urgentemen­te hay que hacer algo.

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