El Heraldo (Colombia)

Comer de la basura, el drama de los venezolano­s más pobres

Siete de cada diez personas perdieron en promedio 8,7 ilos de peso en el último año, según el estudio de un grupo de universida­des.

- Por Alexánder Martínez

CARACAS. El camión de la basura frena y Rebeca corre hacia el contenedor para hurgar las bolsas. Es su carrera diaria contra el hambre, que tiene a muchos venezolano­s viviendo de sobras.

Antes de que los desechos sean triturados, revisa veloz y encuentra un poco de pasta. Rebeca León tiene 18 años, está terminando secundaria y vive en el barrio popular de Petare, en una casa que pese a su miseria cuenta con servicios básicos.

Un hijo de dos años desnutrido, una madre discapacit­ada y semanas “a punta de agua” la lanzaron hace seis meses a las calles de sectores acomodados para buscar comida en la basura. “Mi mamá no lo quería aceptar, pero qué más se hace con lo mal que está el país. Se iba a morir de hambre, se le veían los huesos. Mi hijo se me estaba desnutrien­do”, cuenta a la AFP.

Su rutina es agobiante. Estudia en las tardes y del colegio sale a cazar carros recolector­es y a escarbar desperdici­os en restaurant­es, de donde saca restos de pollo, pan, pescado o queso.

Duerme en la calle y vuelve a casa en la mañana para limpiar lo que recogió, descansar y echar a andar de nuevo el engranaje.

“VIVIMOS DE LA BASURA”. Esta joven morena de ojos vivaces dejó la vergüenza a un lado para sobrevivir a una angustiosa crisis donde escasean 68% de los productos básicos y la inflación crece incontrola­ble (según el FMI llegará a 1.660% en 2017).

“Lloraba porque me sentía humillada. Ya no le paro (no me preocupa), porque si no trabajas o buscas algo en la basura, no comes”, dijo mientras aguardaba un camión que nunca llegó.

Con ella, unas 70 personas –incluidos varios niños– esperan los carros recolector­es y se reparten el control de la basura de restaurant­es.

Rebeca registra las sobras de una marisquerí­a de Altamira. Cerca de allí, en un local de comidas rápidas, un hombre fue apuñalado hace poco en una pelea por una bolsa, cuenta un empleado.

En ese lugar José Godoy, albañil desemplead­o de 53 años, lame ansioso un plato desechable. Lo acompañan dos hijas de seis y nueve años que beben jugo sacado de un bote. Están anémicas. Una vez al día comen yuca o plátano.

“Me daba pena, pero una noche nos acostamos sin comer. No se lo deseo a nadie. Los niños lloraban: “tengo hambre”. Vendí las herramient­as, todo, y por último salí a la calle. Miles vivimos de la basura”, relata José, quien dice estar cansado de hacer en vano colas para comprar productos subvencion­ados.

Unos 9,6 millones de venezolano­s –casi un tercio de la población– ingieren dos o menos comidas diarias, y la pobreza por ingresos aumentó casi nueve puntos entre 2015 y 2016, a 81,8% de los hogares, según la Encuesta sobre Condicione­s de Vida. Un 51,51% están en pobreza extrema.

Al 93,3% de las familias no les alcanza para comprar alimentos, mientras siete de cada diez personas perdió en promedio 8,7 kilos de peso en el último año, detalla el estudio de un grupo de universida­des.

“Yo era gordo, ahora mire: flaquito. A ella tuve que sacarla del colegio porque no podía darle comida para que llevara”, dice Godoy señalando a una de las hijas, quien tímida dice que hace mucho no come carne. AFP

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AFP Varias personas buscan comida en tanques de la basura, en una calle de Caracas.

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