Mosquera, el olvidado benefactor.
Durante la colonia española, gran parte del tráfico de mercancías entre la Nueva Granada y la metrópoli estuvo controlado por la compañía de Indias de Sevilla y se concentraba en el puerto de Cartagena. Durante varias décadas del Siglo XIX, ese privilegio se mantuvo. El General Tomás Cipriano de Mosquera rompió ese monopolio y permitió que la carga de importación también pudiera entrar y aforarse por la Bahía de Sabanilla. El Banco de Márquez, de los hermanos Esteban, José Trinidad y Manuel María, le remató al gobierno la renta aduanera que produjera la introducción de esos cargamentos y la Aduana se estableció en el Fortín de San Antonio, hoy Castillo de Salgar. La carga se llevó a Barranquilla por un ferrocarril, el de Bolívar, construido para esos menesteres, y por el Canal de la Piña, concesión de Don Ramón B. Jimeno con el General Ramón Santo Domingo Vila, quienes lo mantenían y cobraban peaje de tránsito. De Barranquilla hacia el interior, la carga viajaba por la vía fluvial y se formaron muchas compañías navieras, como la de los señores De Mier, los Gieseken, Held, Lindemeyer, etc. El presidente Carlos Restrepo, con empresarios antioqueños, fundó la Navier Fluvial Col que después fue aliada con otras sociedades y terminó siendo controlada por la familia Muñoz Tóffoli. Si Mosquera no hubiera permitido que la carga llegara a Sabanilla – Barranquilla, el río y nuestra ciudad no habrían tenido la oportunidad de desarrollarse, como ocurrió. En la rotonda del Corredor de Carga, vía que facilita el acceso al Terminal Marítimo y a la Zona Franca contigua, por ejemplo, si las autoridades coinciden, podría levantarse una escultura del General Mosquera “In Memoriam” quien tanto nos benefició pero pocos recuerdan. En la Escuela de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico hay talentosos jóvenes artistas o maestros a la espera de oportunidades. Las Escuelas Distritales de Cultura, ídem .