Odebrecht
Frente al escándalo de Odebrecht y otros casos de corrupción en el país, la clase política directamente involucrada ha acudido a toda una serie de patrañas, para tratar de sacar avante sus dichos. Así, resucitó la famosa frase de que “todo sucedió a mis espaldas”, o que “ahora es que me entero” de la entrada de dinero ilícito a la campaña presidencial de 2010. Y de otro lado, con ciertos señalamientos en su contra, sale un ex candidato presidencial de 2014, de que “su campaña fue honorable”, y como ahora aspira a ser precandidato presidencial, y por haber recibido en su anterior campaña financiación ilegal, sus adeptos estiman que la suspensión de su campaña electoral es “un acto de nobleza”.
De igual manera, al ser asegurada penalmente una exgobernadora con medida carcelaria por corrupción, los representantes de su grupo político alegan la presunción de inocencia y el debido proceso, así como manifiestan que la corrupción es un problema estructural, tratando con ello de minimizar la situación de la encartada.
Como si fuera poco, un expresidente y un exprocurador agitan banderas por una “marcha contra la corrupción”, cuando en el primero sus mandatos presidenciales se caracterizaron por múltiples escándalos de corrupción, y el segundo fue destituido por el Consejo de Estado ante actos ilegales para poderse reelegir. Y si bien son considerados reprochables todos esos actos de la clase política que vulneran la recta administración de campañas electorales y los dineros públicos, mucho más cuestionable es la gente que sigue, idolatra y elige a esos políticos corruptos, puesto que resultan ser cómplices de los mismos y de un paradigma político tradicional azotado por la doble moral.
Se hace necesario la construcción de una ciudadanía, constituida por sujetos autónomos que ejerzan una ciudadanía plena, que aspire a construir una dirigencia política honesta y preparada cognitiva y éticamente para ocuparse de los asuntos públicos, y con ello, tener un país más pulcro y por ende mejor.