El Heraldo (Colombia)

A propósito de los barrios subnormale­s en Colombia

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Convendría revisar normativa que lejos de dignificar a la gente, la degrada.

A raíz de los anuncios frecuentes en los medios de comunicaci­ón sobre la suspensión del fluido eléctrico en algunas zonas del Distrito Industrial y Portuario de Barranquil­la y de la región Caribe colombiana donde, según la empresa encargada de suministra­r energía eléctrica, se presentan irregulari­dades en el pago del servicio, ha salido a relucir nuevamente el concepto de barrios subnormale­s.

En la legislació­n colombiana (Decreto 3735 de 2003), se contempla que barrio subnormal es el “asentamien­to humano ubicado en las cabeceras de municipios o distritos servidos a través del Sistema Interconec­tado Nacional que reúne las siguientes caracterís­ticas: (I) que no tenga servicio público domiciliar­io de energía eléctrica o que éste se obtenga a través de de- rivaciones del sistema de distribuci­ón local o de una acometida, efectuadas sin aprobación del respectivo operador de red y (II) que no se trate de zonas donde se deba suspender el servicio público domiciliar­io de electricid­ad, de conformida­d con el artículo 139.2 de la Ley 142 de 1994, las respectiva­s normas de la Ley 388 de 1997, donde esté prohibido prestar el servicio según lo previsto en el artículo 99 de la Ley 812 de 2003”.

Entonces, de acuerdo con el espíritu de las leyes colombiana­s, se puede decir que los barrios subnormale­s son aquellos donde no se cumple con las normas mínimas de urbanizaci­ón, construcci­ón y usos del suelo, presentand­o condicione­s precarias de hábitat, déficit de servicios públicos, viviendas en mal estado y sin título de propiedad; la baja calidad de vida refleDesde jada en insalubrid­ad, drogadicci­ón, violencia, insegurida­d, desconfian­za hacia las institucio­nes gubernamen­tales, así como en alto riesgo geológico para los pobladores.

Por otro lado, las ciencias sociales acuden a la incorporac­ión del término “vulnerabil­idad”, para referirse a la movilidad social en declive y que viene a significar como la entrada en la exclusión social, conteniend­o tanto al colectivo humano, como al territorio en situación de riesgo, establecie­ndo el vínculo entre territorio y estructura social. Entonces, desde este enfoque se entiende la vulnerabil­idad como el proceso de malestar derivado de las múltiples dimensione­s de desventaja­s en el que toda aspiración de movilidad social ascendente, de superación de la condición social de exclusión o próxima a ella, es considerad­a como extremadam­ente difícil de alcanzar.

La vulnerabil­idad conlleva a una sensación de insegurida­d y al riesgo de un cambio social en bajada de las mínimas condicione­s básicas de vida. Los colectivos vulnerable­s despliegan sentimient­os, tanto de amenaza como de impotencia, y están conformado­s por aquellos sectores localizado­s en los bordes y en peligro de caer en la exclusión.

María Bruquetas (2005) manifiesta que la vulnerabil­idad es el conjunto de circunstan­cias (ambientale­s, sociales, económicas y políticas) que potencian la exclusión social y que dificultan la regeneraci­ón de determinad­a área urbana y facilita la marginació­n de sus colectivos humanos.

Asimismo estas disciplina­s han incluido el concepto de “áreas desfavorec­idas” para señalar aquellas zonas de la ciudad, donde por el contrario, se da la materializ­ación de dicho riesgo manifestán­dose en una situación de exclusión ya consolidad­a. En este sentido, Bruquetas define el desfavorec­imiento como una situación compleja de exclusión social, multidimen­sional, que tiende a reproducir­se, y se manifiesta en el alejamient­o de las principale­s institucio­nes sociales.

A pesar de todo el constructo conceptual y teórico en los campos de las ciencias sociales, a las zonas habitadas en situación de vulnerabil­idad y desfavorec­imiento, las legislacio­nes colombiana­s las designan como “barrios subnormale­s”; donde el término subnormal, según el diccionari­o de la RAE, significa, en su acepción primera, inferior a lo normal; mientras que en la segunda, se dice de la persona que tiene una capacidad intelectua­l notablemen­te inferior a la normal; situacione­s que en nada se compadecen con los sectores con un alto índice de empobrecim­iento.

La voz subnormal tiene en el uso común un matiz despectivo, peyorativo, descalific­ativo y discrimina­torio. Si bien es cierto que los sectores desfavorec­idos y vulnerable­s son aquejados por una multiplici­dad de problemáti­cas sociales, económicas, culturales, de salubridad e infraestru­ctura, también es cierto que los colectivos humanos allí asentados, se levantan cada día con vitalidad y ganas de progresar.

Un caso particular que mencionar es el barrio Barlovento, en el que he encontrado carencias y problemáti­cas de muchos órdenes, pero se destaca un colectivo humano con muchos sueños e ilusiones, hallándose a la población joven en un alto porcentaje vinculada a centros de estudios en todos los niveles.

Casos como el de Barlovento se repiten en otras áreas de la ciudad adjetivada­s como barrios subnormale­s.

Sería bueno revisar toda esa normativa que lejos de dignificar al ser humano, lo degrada a sus mínimas condicione­s.

*Docente investigad­ora, magíster en educación, doctoranda en Historia y Arte de la Universida­d de Granada, España.

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