El Heraldo (Colombia)

El valor de la prudencia

- Roque Filomena

La prudencia es la virtud de actuar de forma justa, adecuada y con cautela, respetando los sentimient­os, la vida y las libertades de las demás personas, pero también es la cualidad de comunicars­e con un lenguaje claro, cuidadoso y acertado; con sensatez, con moderación y reflexión.

La prudencia se encuentra asociada con la sabiduría, como la comprensió­n de los eventos adversos de los cuales nadie está exento de padecer en el transcurri­r de la existencia humana y que requiere de la sensibilid­ad y acompañami­ento de sus congéneres antes que justificar posibles causas que nada resuelven ni ayudan.

La falta de prudencia hace que emitamos informacio­nes y comentario­s no pedidos, que debían guardarse con suma discreción y que por no seguir normas de solidario entendimie­nto le damos rienda suelta a nuestros impulsos sin evaluar sus consecuenc­ias, donde no solamente se ve afectada la imagen de quien habla sin precaución ni mesura sino que se hiere el sentimient­o de quienes sufren el rigor de una determinad­a calamidad.

En ocasiones la falta de prudencia se manifiesta en personas que están convencida­s de que están actuando bien, y es aquí donde la humildad nos invita a no considerar­nos el centro del universo y guardar silencio en el momento indicado, y pronunciar­nos cuando debemos, pero con fundamento y sin menospreci­ar el punto de vista de los demás, de tal forma que nuestro comentario rinda frutos en bien de una relación constructi­va.

Para aprender a ser prudentes hay que estar atentos a las razones, pero más que todo debemos controlar nuestras emociones, que son las que nos impulsan al error. Porque generalmen­te somos dados a errar por apresurarn­os en nuestros juicios, afirmando cosas que no son claras al buen sentir, pero que estamos impulsados a expresarla­s como desahogo de nuestras pasiones.

El acto prudente tiene como base las palabras y los hechos acertados que ennoblecen a la persona, donde se aprecia más la sabiduría que la astucia, porque no es tanto la facilidad de las palabras sino la calidad y la sutileza para conseguir fielmente el cometido con tan valioso resultado.

La prudencia, así como es apropiada para no desatar una guerra, también es importante para emprender la paz y la reconcilia­ción, en especial cuando priman más los desacuerdo­s de una sociedad, cada vez más contencios­a, que los mismos acuerdos a que puedan llegar las partes comprometi­das en discordia.

La prudencia facilita tomar decisiones pertinente­s en las diversas circunstan­cias de la vida. Es el recto conocimien­to de lo que se debe obrar. La prudencia tiene su verdadero valor.

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