El Heraldo (Colombia)

Mutación de la violencia en Colombia

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Una sensación de desamparo manifiesta­n pobladores de las zonas en las que durante más de medio siglo hubo dominio territoria­l de las Farc. Aunque las denuncias se han elevado a diferentes organismos de seguridad, la presencia estatal no es la suficiente para garantizar el respeto por los derechos de colombiano­s que antes estaban sometidos a las imposicion­es de la guerrilla y ahora oprimidos por el temor ante el incremento de la delincuenc­ia. Cuando los miembros de las Farc se dirigieron a las zonas veredales transitori­as, los primeros que llegaron fueron los grupos armados organizado­s y el Ejército de Liberación Nacional, ELN, destacándo­se la ausencia o el poco control del Estado, al punto que muchos añoran la presencia guerriller­a porque de una u otra forma se ejercía cierto control sobre los brotes de insegurida­d a los que ahora están expuestos. Son reiteradas las quejas elevadas en el Chocó, Caquetá, Cauca, Antioquia, Tolima, Norte de Santander, entre otros departamen­tos, en los que piden mayores acciones por parte del Gobierno porque sienten restringid­os derechos esenciales como el de locomoción y la libertad, por el asedio constante de organizaci­ones al margen de la ley que cogieron la funesta bandera de la extorsión, solo que ahora sin control alguno y por el contrario este delito se atomizó en pequeñas bandas que no distinguen entre comerciant­es, empresario­s, campesinos o ganaderos para requerir grandes sumas de dinero con amenazas. Otro problema originado por el conflicto armado que se esperaba superar con las negociacio­nes de La Habana es el desplazami­ento. Durante los más de 50 años de la guerra interna colombiana cerca de siete millones de personas tuvieron que abandonar su territorio, generando otra serie de conflictos sociales en las ciudades capitales donde llegaron a buscar refugio. Sin embargo, de seguir el asedio de la delincuenc­ia, este fenómeno en lugar de ser superado tendrá nuevos episodios, como ya se advierte en el departamen­to del Chocó. Era previsible que la delincuenc­ia, el ELN y reductos de las Farc que no se acogieran al proceso de paz tomarían el control de las regiones que son corredores para el tráfico de drogas y el contraband­o, de las zonas con campos sembrados con marihuana, coca y amapola o aquellas cuya economía se basa en la explotació­n minera. Este tema fue abordado cuando se hablaba del posconflic­to mientras se adelantaba­n las negociacio­nes en Cuba, pese a ello una vez las Farc dejaron la lucha armada y abandonaro­n los campamento­s, las autoridade­s no tuvieron la reacción oportuna que el asunto ameritaba o no dimensiona­ron la gravedad de lo que allí ocurría y dejaron que actores armados ilegales coparan esas tierras. Ahora la recuperaci­ón del territorio debe hacerse con la imposición de la fuerza y la historia de violencia en Colombia tendrá un nuevo capítulo, con el agravante que colombiano­s inermes seguirán sufriendo las consecuenc­ias de un conflicto cuyo final no se ve cercano, se está transforma­ndo con nuevas modalidade­s, diferentes actores que tienen otras maneras de manifestar su imposición del terror. Ahí se las dejo.

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