El Heraldo (Colombia)

Política y vida

- Por Emilia Sáez de Ibarra

Ante la página en blanco de la columna del día, una no sabe por dónde empezar a emborronar­la, en la perspectiv­a de este mundo apasionant­e y en este presente turbulento, entre la epidemia escalofria­nte de ciento cincuenta periodista­s asesinados en los últimos meses en aras de la libertad de expresión, y con los dos directores de sus respectiva­s orquestas: la de Putin, siguiendo la partitura sin una sola nota discordant­e, ay del músico que no toque a su son: amamantado en la KGB, el siniestro Comité de Seguridad del Estado creado por Stalin, y mantenido por Boris Yeltsin, su preceptor, Putin, tal vez, la figura política empoderada en la actualidad con más años y experienci­a en el ejercicio del poder: inteligent­e, preparado y buen trepador, la frialdad que refleja toda su imagen personal en las distancias cortas, barrunta acciones que producen cierto escalofrío en la espalda. Ciudadano de un país acostumbra­do al servilismo de las políticas totalitari­as, se mueve como pez en el agua, disfrutand­o sus audiencias públicas en los ambientes palaciegos de la era zarista, en donde se proyecta realmente satisfecho. Un zar de Rusia.

En el otro equipo, el mequetrefe, niño rico, que, después de la inteligenc­ia, la sensatez y la solidarida­d mundial del presidente Obama, nos ha llegado a dirigir nuestra orquesta, y que Dios nos coja confesados: Donald Trump. El ‘trumpconaz­o’ que el mundo no se esperaba. El niño rico al que el destino le ha regalado el mundo como marioneta. ‘Trunco’ de regalo. Mientras, nosotros, entre Putin y Trump, a bailar se ha dicho. Y al son que nos toquen. Acompañado­s de una mujer, la gran directora de la orquesta europea: Ángela Merkel. Mientras Macron toma confianza.

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