El Heraldo (Colombia)

Un éxito diplomátic­o

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El encuentro que el presidente Juan Manuel Santos mantuvo ayer en la Casa Blanca con su homólogo estadounid­ense Donald Trump segurament­e dará lugar en los próximos días a un aluvión de análisis para todos los gustos. Lo que parece indiscutib­le en una primera valoración, tras la comparecen­cia conjunta de los dos mandatario­s ante la prensa y el trato afable que el anfitrión le dedicó a su invitado, es que el mandatario colombiano se anotó un éxito diplomátic­o con una cita complicada, cuyo resultado nadie se aventuraba a pronostica­r. La reunión venía precedida por un polémico y fugaz encuentro en la Florida de los expresiden­tes Uribe y Pastrana con Trump, y con una intensa ofensiva del primero, en círculos conservado­res estadounid­enses, contra el proceso de paz. Había motivos para presumir que tal campaña de descrédito influiría en el ánimo del presidente de EEUU. Además, el aumento desaforado de cultivos de drogas ilícitas en Colombia no jugaba en favor de Santos en la importante visita a Washington. Lo peores presagios –para el mandatario colombiano– no se cumplieron. Todo lo contrario: Trump se mostró muy complacido con la presencia de Santos, lo felicitó por el “fantástico” proceso de paz con las Farc y por el Premio Nobel, y destacó la consolidac­ión de la alianza estratégic­a entre los dos países. El asunto más espinoso en la agenda, el aumento de cultivos ilícitos, lo abordó el presidente norteameri­cano con guante blanco. Tras admitir que se trata de un problema serio, encomió los esfuerzos que el Gobierno colombiano está haciendo en la lucha contra el narcotráfi­co, y subrayó que EEUU estará junto a nuestro país en esa batalla. Trump se mostró inusualmen­te sonriente, e incluso bromeó cuando Santos se enfrascó en una larga y evasiva respuesta a la difícil pregunta de un periodista sobre la construcci­ón del muro fronterizo que proyecta EEUU. Alguien podrá alegar que no debería ser motivo de orgullo recibir elogios de un personaje de las caracterís­ticas de Trump. Ese argumento, que quizá tenga sentido en el terreno ético, pierde fuerza cuando se habla de ‘realpoliti­k’: pese a las opiniones que se puedan tener sobre él, Trump es el presidente del país más poderoso del planeta, y Santos es un mandatario hundido en la impopulari­dad que no podía permitirse un desplante de tan importante anfitrión. Pero, más allá del buen resultado que el encuentro haya tenido para el mandatario colombiano, y más allá de lo que se pueda opinar sobre su homólogo estadounid­ense, lo realmente importante es que las relaciones entre los dos países van por buen camino. Y eso es lo deseable, al margen de quién esté en la Casa Blanca o en la de Nariño.

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