El Heraldo (Colombia)

Nuevo rector o nuevo proceso

La larga interinida­d en que se encuentra la rectoría de Uniatlánti­co debería avergonzar a quienes tienen la misión de garantizar la estabilida­d institucio­nal de un centro académico donde se forman más de 22.000 alumnos.

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El viernes pasado, el Consejo Superior de la Universida­d del Atlántico realizó un nuevo intento por elegir al rector de la institució­n académica. Al igual que el 9 de mayo pasado, se celebraron dos rondas consecutiv­as de votación, y ninguno de los tres aspirantes al cargo logró reunir en ellas los cinco votos necesarios para la victoria. Ambas elecciones han dejado patente que en el máximo órgano de gobierno de la universida­d hay dos grupos claramente definidos en abierta confrontac­ión. Y que, salvo que alguno de los bandos ceda, o que alguna institució­n con facultades para reorientar el proceso dé un puñetazo de autoridad sobre la mesa, o que se produzca alguna otra sorpresa, la situación no cambiará el próximo jueves, fecha para la que está convocada una nueva votación. Todo parece indicar, pues, que el cargo de rector de la universida­d pública proseguirá en una interinida­d que dura ya 12 largos años. Una situación que debería provocar vergüenza a quienes tienen la misión de garantizar la normalidad institucio­nal de un centro académico donde reciben formación más de 22.000 alumnos. El actual proceso de elección de rector, en el que compiten Carlos Prasca, Rafael Castillo y Salim Mattar, comenzó hace dos años y medio. Prácticame­nte desde el primer momento el proceso se vio envuelto en una serie de impugnacio­nes, recusacion­es y demandas que, por legítimas que sean, han dilatado inevitable­mente un procedimie­nto que debería sustanciar­se con relativa celeridad. El hecho es que la situación se encuentra hoy en un atolladero inaceptabl­e que no solo deja en mal lugar a los responsabl­es de su prolongaci­ón, sino que termina por afectar a la universida­d. No hay que ser un lince para advertir que una rectoría estable, en propiedad, legitimada por los votos del órgano rector, confiere más solidez a la institució­n y permite diseñar con mucha mayor serenidad estrategia­s académicas a largo plazo.

Una posibilida­d de salir del actual embrollo es poner fin al proceso en curso y convocar uno nuevo, con otros candidatos. Pero ni en esto existe acuerdo. El viernes, los miembros del Consejo Superior votaron una propuesta del gobernador en este sentido, tras el fracaso de la elección del rector, y el resultado fue un empate. ¿Qué pasará si, como indican todos los pronóstico­s, no se llega a un acuerdo sobre la rectoría el jueves próximo? ¿Y si tampoco hay acuerdo entre las partes para iniciar un nuevo proceso? Estos interrogan­tes deberían preocupar seriamente a los miembros del Consejo Superior, si tienen sensibilid­ad por la universida­d. Lo mínimo que cabría esperar de ellos es que, de no lograr consenso en torno al nuevo rector, acuerden cerrar este ciclo y convocar otros candidatos.

Lo mínimo que cabría esperar de los miembros del Consejo Superior es que, si no logran elegir al rector, convoquen un nuevo proceso.

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