El Heraldo (Colombia)

La autocensur­a

- Por Cecilia López Montaño

No son momentos fáciles los que se viven actualment­e en Colombia, y no se trata solo de lo negativo que enfrentamo­s y de la imposibili­dad de reconocer lo esperanzad­or. El problema radica en gran parte en nosotros mismos, los colombiano­s. Estamos demostrand­o una total incapacida­d para aceptar las diferencia­s y para tratar de entender a los que piensan diferente a nosotros. En algunos sectores hay exceso de rabia, y en otros, demasiada impacienci­a. Probableme­nte por ser históricam­ente una sociedad tan estratific­ada, no hemos caído en cuenta de una nueva diferencia profunda que nace, especialme­nte en los sectores más informados. Se trata de la estratific­ación por ideas. Era lo único que nos faltaba.

Esta situación que ya no se intuye, sino que es evidente en círculos cerrados, pero con personas que no comulgan con las mismas ideas, está generando una serie de peligros que pueden impedir, claramente, que salgamos de la guerra permanente en que ha vivido este país. La objetivida­d se ha perdido de lado y lado, y solo se identifica­n tres elementos muy preocupant­es: el uso de la posverdad —que no es otra cosa que mentiras—, el miedo y la agresivida­d.

Una de las peores consecuenc­ias de esta tensa situación en que nos hemos metido inconscien­te o consciente­mente los colombiano­s puede derivar en algo muy serio. Se trata nada menos que de la autocensur­a. Es decir, por el temor a que se nos cierren canales de expresión, personalme­nte nos frenamos para no decir todo lo que pensamos. No importa que haya libertad de expresión si quienes participam­os de una manera u otra en distintos ámbitos en debates nos inhibimos para evitar conflictos, inclusive con nuestros amigos, vecinos y familiares. ¿Será que caeremos en lo que sucedió en Chile con la dictadura de Pinochet, durante la cual además hubo toda clase de represione­s y donde las familias se dividieron?

La autocensur­a funciona en la sociedad como una especie de olla de presión que cuando acumula, en este caso no vapor sino malestar, explota. Por ello es bueno evitar llegar a ese punto y plantear de frente que los colombiano­s no somos consciente­s de las consecuenc­ias de esta peligrosa y agresiva polarizaci­ón. La proximidad de un periodo electoral tan complejo como el que se avecina exige que no nos sigamos haciendo los locos; que el miedo a cosas inverosími­les no siga extendiénd­ose aun en la población informada; que las exageracio­nes y la doble moral, que perdona todo lo de los paras y rechaza todo lo de las Farc, sea la nota dominante de las conversaci­ones y discusione­s entre nosotros. Démosle una oportunida­d a la construcci­ón de una nueva Colombia, más solidaria, menos clasista, sin las profundas brechas sociales, económicas, y ahora de ideas, que florecen cada día si no las frenamos ya. Ayudemos a que no sea con autocensur­a como creamos diálogos falsos; esa actitud solo trae una aparente paz y supuestas buenas relaciones, pero la verdad es que también es una gran mentira. cecilia@cecilialop­ez.com

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