La vida es sagrada
L“a vida es sagrada” es una frase que repite, cada vez que puede, uno de los pocos políticos sensatos que tenemos en el país. Más que político es docente, ha sido inspiración para la juventud durante varios años. El ‘profe’ Antanas Mockus ha dedicado toda su carrera política a explicarnos el valor de la vida. Ha tratado de educarnos para que comprendamos que la vida se debe respetar por encima de cualquier circunstancia. En Colombia es necesario que existan varios Mockus que ilustren sobre la importancia de la vida, como si su significado no fuera suficiente. Aquí todavía no está claro.
La violencia es inaceptable en cualquier escenario que se presente. Legitimarla para justificar razones absurdas es insostenible. En nuestro país se vuelve la úlcera del problema. Se aceptan determinados tipos de violencia según la conveniencia del afectado. La venganza traza la esencia del colombiano, mientras la historia se transforma en un ciclo reiterativo.
Estamos tan acostumbrados a la violencia que defendemos ciertos episodios, nos indignamos por otros o simplemente somos indiferentes. Sin darnos cuenta caemos en un vacío y se nos olvida el valor de la vida. Aparece una secuencia sin fin: el guerrillero que secuestró y mató al político. El político que le robó al pueblo y apoyó al paramilitar que mató al guerrillero. El paramilitar que mató al guerrillero porque el guerrillero le mató al papá. El guerrillero que mató al papá del paramilitar porque le mataron a la hermana campesina. La hermana campesina que quedó embarazada del terrateniente jefe de la finca. El terrateniente jefe de la finca que le robó tierras a los campesinos y los mandó a matar con un amigo militar. El amigo militar que secuestró a jóvenes pobres, los mandó a matar y los hizo pasar por guerrilleros dados de baja en combate para cobrar un bono. Cobrar un bono y desaparecer cuerpos. Desaparecer cuerpos y borrar la historia. Borrar la historia y repetir la secuencia.
Nacen nuevos grupos guerrilleros y paramilitares que afirman ser la voz del pueblo. No se dan cuenta de que el pueblo está cansado de voces violentas. La lucha armada no va a solucionar nada. No lo logró en más de 50 años de conflicto, no lo va a alcanzar ahora. Los políticos que se aprovechan de la violencia para generar miedo y obtener votos tampoco son una alternativa. Le meten zancadillas al mañana. El objetivo principal debería ser el respeto por la vida. Dejar de justificar luchas violentas. En un país tan desigual es difícil lograr la paz. El punto es empezar desde lo más básico, educar hasta comprender que la vida de todos vale por igual.
La vida es sagrada. La vida del político. La vida del militar. La vida del guerrillero. La vida del paramilitar. La vida del líder social. La vida del campesino. La vida de los civiles. La vida de los pobres. La vida de los ricos. La vida del terrateniente. La vida del periodista… la vida de todos.
Hasta que aprendamos a respetar la vida, dejemos de legitimar determinados tipos de violencia, acabemos con la sed de venganza, será posible que el futuro nos dé una sonrisa. De lo contrario, seguiremos atados a la misma cadena.
La educación