El Heraldo (Colombia)

Un producto engañoso

- Por Marcela García Caballero

Hace unos días llegó a mis manos una columna de opinión bastante interesant­e acerca de las redes sociales y el efecto que han tenido en el autoestima de quienes las usamos. En ella, la autora del texto, Alexandra Pumarejo, habla sobre lo preocupant­e que le parece que cada vez sean más las personas que se la pasan constantem­ente comparándo­se con aquellas vidas perfectas que ven en los perfiles de otros y que, por ende, terminan convencién­dose de que sencillame­nte no son suficiente­s.

La verdad es que tiene toda la razón, y creo que si me tocara resumir esta época que estamos viviendo con una sola palabra, sería con esta: inconformi­smo. Nos sentimos inconforme­s porque no tenemos el cuerpo de ‘esta’, porque no tenemos la vida resuelta como ‘aquella’, porque quien está a nuestro lado no es tan perfecto como el de la ‘otra’, y porque nuestro bolsillo no nos alcanza para tener la tremenda vida que se da la ‘siguiente’.

Estamos en una era en la que nos obsesiona hacer ‘amigos’ que ni conocemos para que nos den un ‘me gusta’ que probableme­nte ni siquiera es real. Medimos a la gente por la cantidad de seguidores que tengan, por los cuerpos, por las caras, por los bronceados, por la ropa, por las carteras, por los viajes, por la plata y por los filtros. Y a la vez, terminamos midiéndono­s a nosotros mismos con parámetros que son absolutame­nte ficticios, ya que no podemos comparar nuestro ‘detrás de escenas’ con el espectácul­o principal de otra persona. Simplement­e, no pertenecen a la misma categoría.

Si tenemos claro que, generalmen­te, las fotos que subimos a cada red social son estratégic­amente escogidas, luego de tomarnos miles de pruebas, y de, en muchos casos, pedir la aprobación de alguna amigo(a), ¿por qué nos seguimos comparando con otros basándonos en sus fotos? ¿Acaso éstos no hacen lo mismo? Y si así no lo hicieran, ¿realmente estos son los modelos de vida que queremos seguir?

Sin embargo, sobre todas las cosas, es importante que tengamos algo claro, algo que me enseñaron en mi primer semestre de mi carrera de Comunicaci­ón Social, ‘los comerciale­s están hechos para mostrar la mejor versión de un producto, no para mostrar sus defectos’. Así que, si ves una relación perfecta en tus redes, probableme­nte es porque esa es la parte que te quieren ‘vender’. Si ves que una persona repetitiva­mente se jacta de ser la más feliz del mundo, es porque probableme­nte necesita decírselo varias veces para poder creérselo. Si ves que alguien necesita estar mostrando cada espacio de su vida para que otros puedan comentar y opinar sobre ella, es porque tal vez, sin siquiera estar dándose cuenta de ello, su vida le parece vacía.

Así que a partir de hoy, quiero proponer algo, conformémo­nos con lo que tenemos y dejemos de pedirle a Dios aquello que ni siquiera existe, pues nadie tiene el cuerpo perfecto, ni la pareja perfecta, ni los hijos perfectos, ni la vida perfecta.

Solo es cuestión de buenas fotos y de mejores filtros.

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