El Heraldo (Colombia)

Si Amira viviera

El teatro Amira de la Rosa, principal edificació­n artística en Barranquil­la, lleva cerrado 11 meses por problemas en su estructura, sin que haya claridad sobre su futuro: si se le rehabilita o se derrumba para construir uno nuevo.

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Si la poetisa y dramaturga Amira De la Rosa viviera, tendría que escribir versos tristes por la incertidum­bre del teatro insigne de Barranquil­la que lleva su nombre. El Amira, como con cariño se le suele llamar, sufre en silencio su cierre y su soledad. Pero lo que más le dolería es el limbo en el que se encuentra este templo de la cultura por no saber qué va a pasar con sus casi mil butacas sus camerinos, su sala múltiple y su gran telón de boca, una obra salpicada de alegría del maestro Alejandro Obregón. Así que miles de barranquil­leros amantes del arte han dejado de apreciar decenas de eventos que no se presentaro­n por un cierre que ya llega a 11 meses, aunque la ciudad disponga de otras ofertas escénicas de calidad. No muchas, por cierto. El drama del Amira está rodeado de toda suerte de especulaci­ones. Se dice que la estructura tiene debilidade­s porque la vida útil de la edificació­n ya fue superada. Por lo menos eso afirma un diagnóstic­o técnico del Banco de la República, la entidad que lo administra en un comodato firmado hace 37 años con la Sociedad de Mejoras Públicas, la entidad que en 1944 creó el llamado Comité Proteatro e impulsó su construcci­ón “centavo a centavo”, vendiendo un lote aquí, otro allá. Un esfuerzo que contó con el tesón de líderes cívicos como Rafael Juliao, Alfredo De la Espriella y Óscar Fernández, entre tantas otras personalid­ades que trabajaron con denodado interés hombro a hombro por el teatro. E inclusive con grupos de jóvenes universita­rios como el Movimiento Cívico Juvenil, quienes en ardua campaña consiguier­on los recursos del primer vitral en 1978. Ese comodato es a 99 años, lo cual hace presumir que el término se estableció a partir de un oportuno estudio que establecía la vida útil de la edificació­n. Entonces: ¿qué pasó? Y la pregunta se hace sin suspicacia­s, porque los diseñadore­s y constructo­res fueron firmas de alta calidad y reconocimi­ento. Ayer se cumplieron 35 años de la inauguraci­ón del Teatro Amira de la Rosa por parte del presidente de ese momento, Julio César Turbay Ayala. Y mientras un coro de voces afirma que el teatro, en su actual construcci­ón, es fácilmente recuperabl­e, otros opinan que las actuales estructura­s son inservible­s y deben ser derribadas para dar lugar a la creación de unas nuevas instalacio­nes. Por lo visto, el Consejo de Estado ya ha emitido –por fin– el concepto que le había requerido el Banco de la República para decidir el futuro del teatro. Al ser una obra declarada de interés patrimonia­l, también está por conocer la opinión del Ministerio de Cultura. Y mientras se perpetúa la discusión sobre si se repara el teatro o se construye uno nuevo, Barranquil­la sigue privada de su principal escenario artístico. ¿Cuándo acabará este calvario?

Los amantes del arte han dejado de apreciar decenas de eventos en Barranquil­la por el cierre del teatro, aunque la ciudad disponga de otras ofertas escénicas de calidad. No muchas, por cierto.

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