El Heraldo (Colombia)

Las Farc, nueve años después

- Por Horacio Brieva

Ese día quedó muy claro que la sociedad colombiana no quería más Farc, más secuestros, más muertos producto de la guerra, más desplazado­s, y ha sido la más multitudin­aria movilizaci­ón ciudadana en la historia del país. Alentada desde la Internet inicial- mente y luego desde los medios de comunicaci­ón, esta gigantesca movilizaci­ón fue un termómetro político que midió el nivel de desprestig­io y antipatía de las Farc, y segurament­e tuvo que incidir en las posteriore­s lecturas de los líderes guerriller­os sobre la realidad del país, con la consecuenc­ia positiva de que tomaron la sensata decisión de negociar con el gobierno de Santos y de acordar el desarme que acaba de darse. Era lunes de Carnaval en Barranquil­la ese 4 de febrero de 2008, y pese a ello unas cincuenta mil personas, o más creo, todas de camisetas blancas, nos tomamos ruidosamen­te las calles e inundamos la Plaza de la Paz.

¿Con esa marcha lo que pedíamos millones de colombiano­s no era que desapareci­eran las Farc como grupo armado y que dejaran su enfrentami­ento violento con el Estado y la sociedad? ¿Acaso no se ha logrado el objetivo con su desarme? Que las Farc, después de 53 años de lucha armada, hayan renunciado a los fusiles para integrarse a la democracia y hacer política desde ella es un acontecimi­ento histórico, y es un triunfo que hay que reconocerl­e al presidente Santos sin corrosivos egoísmos y más allá de los inventario­s que tengamos acerca de su gestión en otros temas, en los cuales considerem­os que ha tenido una actuación funesta o equivocada. Lo que pasa es que en la oposición a Santos ha pesado más la tirria implacable al presidente que una evaluación cuerda y realista del paso transcende­ntal que da el país al obtener el desarme de las Farc.

Algo importante para la paz del país y para el futuro de su democracia, que tanto respaldo y regocijo produce en el exterior, a muchos colombiano­s les parece, absurdamen­te, una claudicaci­ón del Estado a un grupo terrorista y un riesgo de que el llamado ‘castro-chavismo’ se encarame en el poder llevándono­s a un régimen al estilo cubano o venezolano. Se equivocan y, además, desorienta­n y desinforma­n mentirosam­ente.

Aquí lo que va a ocurrir con las Farc es que se van a transforma­r en movimiento político sin armas, y van a tener que transitar un paciente y largo proceso para disipar los recelos y rechazos que despiertan en la sociedad colombiana. Es imposible hoy, y los adversario­s del Acuerdo con las Farc lo saben, que esta organizaci­ón, desde la civilidad, tenga la posibilida­d de asumir la conducción del país. Su espacio político se limitará a una fracción minoritari­a en el Congreso y a alguna presencia en las zonas del país que históricam­ente estuvieron bajo su influencia. Pero, con tal de ganar en 2018, la oposición a Santos arreciará con sus embustes. Tratará de volver al poder como sea. Y eso es lo peligroso.

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