Ideología del retorno
Por definición, la derecha política es una corriente que aboga por el restablecimiento del orden y la convivencia basada en los valores tradicionales. Orden y tradición son conceptos que no suenan mal, y que históricamente han sido invocados, por ejemplo, para aglutinar alrededor de la defensa de la patria a naciones en guerra.
Más allá de que el ejercicio político de la ideología de derecha suele terminar en liderazgos personalistas, demagogos y autoritarios, en América Latina el problema implicado en la deformación de todos los conservatismos no se encuentra solo en los pragmatismos gubernamentales, sino el raíz misma de la filosofía que nuestros acomodaticios líderes de derecha pretenden defender.
En efecto, cuando hablan de orden, los políticos de derecha caen en lo predecible: justificar las restricción de la libertades, represión armada para solucionar conflictos sociales, condenas morales a los contradictores, negación de injusticias de clase.
Pero tal vez, lo que más ha contribuido a pervertir las aspiraciones de legitimidad de la derecha latinoamericana la lucha por restituir unos supuestos valores antiguos que son buenos, que se han perdido, que deben rescatarse del pasado glorioso de las patrias. Esto es, me temo, poco menos que una patraña. ¿Cuáles son los valores tradicionales que debemos revivir? ¿Cuál es la época mejor que debemos arrebatarle al olvido? ¿Algún día fuimos mejores de los que somos hoy?
El solo hecho de tratar de responder alguno de estos interrogantes es en sí mismo un monumento a la insensatez, porque nuestro continente es muy joven y por lo tanto no ha tenido tiempo suficiente para consolidar ningún valor propio, representativo de alguna identidad, sembrado y cosechado en la conciencia colectiva de sus países; y también porque cuando miramos atrás, a los lugares en los que la derecha quiere que encontremos sus paraísos perdidos, solo podemos encontrar miseria, injusticia, desigualdad, torpeza, medianidad, segregación, intolerancia y violencia, mucha violencia.
En nuestros países, los proyectos de sociedad basados en las ensoñaciones de la derecha parecen, por momentos, más utópicos que las vacuas e irreales aspiraciones de todas las izquierdas juntas. Y es precisamente que no podamos pensar en un opción distinta de esas dos tercas y anquilosadas posturas, lo que nos tiene dando tumbos por la vida.
Al ver la alianza tardía y oportunista de los expresidentes Uribe y Pastrana uno sabe que quieren el orden de las balas y la instauración de un país de axiomas, que desean una sociedad temerosa de Dios y del Estado, que darían lo que fuera por regresar alguno de los pocos remansos del siglo XIX. Y también sabe uno, con toda la decepción que pueda causar, que muchos de los habitantes de Colombia quieren viajar con ellos a ese pasado perfecto que jamás insistió.