Los bemoles de la paz
Si hay algo con fuerza en estos nuevos tiempos es la palabra escrita a través de las redes. El uso permanente de mensajes expresando de manera reiterativa una frase contundente –cierta o no– alimenta el espíritu dudoso de los colombianos, consistente en fungir escepticismo para no pasar por tonto, y claro, así parecer listo, informado o analítico.
Uno encuentra entre algunos vecinos, compañeros de trabajo, conocidos y amigos todo tipo de argumentos sobre la paz y la dejación de armas por parte de las Farc. Muchas dudas, muchas inquietudes e interrogantes. Y eso es válido. Lo que no se entiende son las hipótesis carentes de fundamento, o basadas en la repetidera constante de teorías baladíes o cacerías de brujas. Las especulaciones parecen estar basadas en el desarrollo de la culpa por no haberse aferrado a un Dios o a un Mesías.
Cuando los increpamos para que las expliquen más allá de las especulaciones o de la andanada de correos y tuits afirmando que “nos cogió el Coco”, las respuestas son incongruentes y amenazadoras sobre un futuro incierto en manos de los fantasmas de Mao, Stalin o Fidel Castro. Todos dinosaurios de la izquierda fallecidos y desmitificados, porque, como se sabe, el sistema económico marxista no funcionó. La prueba está en la desaparecida Unión Soviética, en la atractiva y perseverante Cuba y en la pretensión actual del régimen venezolano que no llega a parecerse a los otros ejemplos, cuyas economías no funcionaron, pero dejaron fortalezas educativas y científicas.
“Vas a ver lo que se viene”, me dice en tono casi amenazante un conocido, como si su deseo más íntimo fuese que todo se desbaratara para demostrar que tuvo la razón. Es una muestra patética de los corazones armados, de la sed de bala y de venganza. La mejor forma de protegerse contra lo que se considera un riesgo es buscar el bien común a través de la participación social. Del voto eficaz. De la denuncia oportuna. Del cumplimiento de los deberes ciudadanos. Del respeto en familia, en el trabajo, en la calle.
La intolerancia parece un ingrediente de la idiosincrasia nacional que le ha tocado sufrir al proceso de paz y a la dejación de armas de la guerrilla. Tan intolerantes como lo fueron las Farc y los paramilitares.
Coletilla teatral: ¿Qué pasó con el Teatro Amira de la Rosa de Barranquilla? Por lo visto sigue y seguirá cerrado bajo el argumento del riesgo, aunque los diseñadores y constructores fueron Zeisel, Magagna & Lignarolo y Barón y Macchi Ltda., firmas de trayectoria y calidad profesional. Y mientras una orquesta interpreta en Do Mayor un ruego por el Teatro para que se recupere, una puesta en escena representa el desasosiego porque no se sabe qué va a pasar. De este drama forma parte un concepto del Consejo de Estado, un diagnóstico de expertos y una decisión del Distrito. El público sigue expectante. Por ahora, querida Amira De la Rosa, no se augura un final feliz. Ojalá sea solo una comedia y no una larga y agónica tragedia.