El Heraldo (Colombia)

De Morano a Nápoles

- Por Antonio Celia C.

Morano Calabro es un pintoresco pueblito de la Calabria en el sur de Italia, donde nació mi padre. Data del año 132 a.C. y sus casas de piedra, enclavadas en un cerro, le dan un aspecto de pesebre en vivo. Su población pasó de 12 a 5 mil habitantes a principios del siglo XIX cuando muchos moraneses emigraron a las Américas. Mi padre llegó a Ciénaga (Magd,) en 1906, y años más tarde se radicó en Barranquil­la. En 1952 el viaje a Nápoles duraba 10 horas. En Morano se cogía el único taxi del pueblo, hasta otra población. Allí se tomaba un tranvía motorizado en el cual viajaban los campesinos con sus cosechas y sus animales. Una oveja que balaba, la gallina que se soltaba y revoloteab­a, una cabra que embestía a la oveja y el cerdito rosado a quien no dejaban dormir, un delicioso olor a Caciocaval­lo (queso típico de la región): era lo que pasaba allí dentro. Cambié 3 veces de tren y, por fin, Nápoles. Eran las 8 de la noche y empecé a buscar hotel, pero nada. Hasta me atreví a llamar al Excelsior y al Vesubio, hoteles 5 estrellas, que no podía pagar. Agotados todos los recursos, el conserje del hotel Termini, al verme fundido me ofreció una silla del lobby para pasar la noche, o me sugirió alojarme en un prostíbulo cercano. El cansancio pudo más que el pudor y opté por alquilar una “pieza, sin acompañant­e” en el non sancto lugar. La cerradura del cuarto, dañada. Me tocó acuñar la puerta con una silla. No había baño, solo un aguamanil: una ponchera de peltre y una jarra. Apenas amaneció, agarré mi maleta y pa’ la calle, medio agachado con disimulo para que nadie me viera, no fuera a pasarle por la mente algún mal pensamient­o. Hoy, de Morano a Nápoles se llega en 3 horas por la “sereníssim­a” Autostrada del Sole, sin sobresalto­s.

Antonioace­lia32@hotmail.com

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