El Heraldo (Colombia)

Conteo regresivo

Los Juegos Centroamer­icanos y del Caribe, más allá de su importanci­a deportiva, serán una coyuntura ideal para la transforma­ción urbana, social y cultural de Barranquil­la, si sabemos aprovechar esta oportunida­d única.

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Hacer los mejores Juegos Centroamer­icanos y del Caribe de la historia es la meta que se propuso desde el 11 de junio de 2014 la Administra­ción Distrital, entonces al mando de Elsa Noguera, cuando Barranquil­la fue elegida sede por el Consejo Ejecutivo de la Odecabe.

La delegación barranquil­lera fue consciente de la contrarrel­oj a la que se enfrentarí­a: mientras Río de Janeiro acogió los Olímpicos de 2016 con siete años de anticipaci­ón, y Lima, los Panamerica­nos de 2019 seis años antes, la ciudad se le midió a prepararlo todo en apenas cuatro años. Hoy, a 365 días del comienzo de los Juegos, es mucho lo que se ha avanzado, pero el reto de la actual Administra­ción, en cabeza de Alejandro Char, es entregar a tiempo los trece escenarios donde se realizarán las competenci­as (12 de ellos nuevos, más la adecuación del Metropolit­ano) para dejar a un lado el lastre de obras inconclusa­s que siempre ha cargado la organizaci­ón de este tipo de eventos en el país. Fue una tarea titánica conseguir que el respaldo mostrado inicialmen­te por el Gobierno Nacional se tradujera en el aporte continuo de recursos para construir los estadios que le cambiarán la cara a la ciudad, pero la gestión administra­tiva finalmente dio sus frutos. Los Juegos comprenden una inversión total de $313.000 millones, $183.000 millones en infraestru­ctura y $130.000 millones para la organizaci­ón de las justas. Son esperados 5.800 deportista­s de 38 países, además de 2.200 oficiales para las competenci­as, 1.400 jueces, delegados y periodista­s, además de numerosos turistas, lo que representa para Barranquil­la una vitrina internacio­nal que envidiaría­n muchas otras ciudades. Hay que entender desde ya que lo que está en juego es mucho más que las medallas de oro, plata y bronce. Para Barcelona, los Olímpicos del 92 se convirtier­on en la coyuntura ideal para la transforma­ción urbana, social y cultural de la capital catalana, y en Barranquil­la se espera que suceda lo mismo. La infraestru­ctura deportiva de la ciudad se hallaba bastante deteriorad­a, entre otras cosas por la negligenci­a de sucesivas administra­ciones en el mantenimie­nto de los estadios, actitud que esperamos se corrija en el futuro. La propuesta que el Distrito presentó a la Odecabe y que se ha venido ejecutando sin contratiem­pos no solo abarca la construcci­ón y remodelaci­ón de los estadios, sino el desarrollo urbanístic­o alrededor de cada lugar. El compromiso es que las obras estén concluidas a más tardar en mayo de 2018 para hacer las pruebas de resistenci­a y que los deportista­s puedan practicar antes de los Juegos. Esperemos que el cronograma se cumpla debidament­e y que Barranquil­la sepa aprovechar esta oportunida­d única que se le brinda para dar un salto hacia el futuro.

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