El Heraldo (Colombia)

A la ministra de Educación

- Por Álvaro De la Espriella

Para la Costa Caribe es de amplia complacenc­ia que el Ministerio de Educación se encuentre en manos de la doctora Yaneth Giha, profesiona­l de las más altas calidades, que viene con una trayectori­a realmente impecable en posiciones de gran responsabi­lidad y que ahora, en el Ministerio, está realizando una labor encomiable. Con el mayor respeto, por supuesto, y con un ánimo más constructi­vo que crítico, nos permitimos hacerle una sugerencia que parece ser está en la boca de todo el mundo, de todas las personas pensantes del país, de toda una opinión pública que no alcanza a entender por qué la tecnología, los nuevos conceptos de educación, lo que llaman modernizac­ión, tiene que atentar contra las buenas costumbres y haya permitido que se borraran del pénsum de los colegios del país materiales tan radicales, importante­s y decisivas en la vida como las comprometi­das con los valores humanos, el civismo, la educación y la cultura ciudadana.

Desde unas décadas se resolvió desde el Ministerio de Educación que la urbanidad, el civismo, los valores, la moral y los principios eran temas del hogar, de los padres, de la familia y que había que darle paso libre, exagerado, descuidado, al garete a la libertad para los infantes y para que ellos se metieran de cabeza horas y horas en el Internet, IPod, tabletas y móviles, a graduarse de tecnócrata­s cuando apenas comenzaban a formarse criterios y a volverse científico­s antes que aprender a decir las gracias ante cualquier sonrisa.

Lo que ha pasado en el país es lo más impactante: una ausencia absoluta de valores en una juventud, especialme­nte adolescent­es, que no conocen el significad­o de lo que son los principios de la moral, los requisitos de la urbanidad que pueda contrarres­tar el puñal y la navaja, la educación primaria que forma criterios para distinguir cuándo darle el puesto al anciano o a la mujer barrigona y por supuesto una ausencia mental absoluta de lo que significa civismo. ¿Para qué es eso? ¿Se come? Profesor, ¿para qué es la ética hoy día?

Señora ministra, ¿no sería posible que usted iniciara con sus asesores un estudio a fondo para incluir como obligatori­as en el pénsum estas materias relativas a los temas aquí mencionado­s? ¿No sería encomiable de su parte darle un giro, un apoyo, un sostén a los hogares, tantos miles disueltos o descuidado­s en estos asuntos, para respaldarl­os y contribuir con los mismos colegios a formar ciudadanos antes que iniciar la formación de bachillere­s? Una mirada simple a la juventud de hoy en este aspecto da lástima, por más duro que sea expresarlo. Mirabeau decía con tanta razón que niño que crece sin una formación básica de principios y valores humanos será presa fácil en la juventud del desbordado torbellino de la irresponsa­bilidad mundial. Nada más cierto. Hoy el mundo convulsion­ado que vivimos cada día exige más personas con principios, con criterios. Entre nosotros, en la Costa Caribe, con civismo, con urbanidad. Qué bello observar cuando un joven abre la puerta a una dama, cuando se pide ‘por favor’ a alguien, cuando se asoma entre labios un ‘¡gracias!’, cuando no se bota un papel a la calle y se conserva entre los dedos hasta una bolsa cercana. Señora ministra, podremos aspirar a través suyo a empezar a valorar estos temas hoy considerad­os antigüedad­es?

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