El Heraldo (Colombia)

‘Las Pavas’, otra vez

- Por Claudia Ayola

Al sur del Departamen­to, entrando por un brazuelo del río Magdalena, se encuentra Buenos Aires, un pequeño pueblo, que es corregimie­nto de El Peñón. Habitado por las dinámicas de tener medio cuerpo en las cosechas y medio cuerpo surcando los ríos, los campesinos han lidiado directamen­te con la violencia. Los mismos de siempre, inmutables, siguen velando por los intereses de la empresa de palma Aportes San Isidro, con quien los campesinos disputan una tierra baldía de la Nación: ‘Las Pavas’.

Era una finca sobre la que se inició un proceso de extinción de dominio, declarada baldío, en la que los campesinos bien podían hacer sus cultivos de acuerdo con lo que dice la ley. Pero cualquier día el anterior dueño volvió y con él hicieron presencia paramilita­res que desplazaro­n a la gente –hace 14 años–, sin importar la extinción. En esa coyuntura la empresa de palma compró la finca. Una tierra que ya no era del vendedor, una macabra compra, el despojo, por encima de los campesinos.

De allí en adelante han sido años de pulso entre la palmera y los labriegos de Buenos Aires. La empresa se resguardó con hombres armados, los campesinos, se armaron de valor, de fe, de resistenci­a, incluso fueron galardonad­os con el Premio Nacional de Paz.

En el territorio estos reconocimi­entos, sin embargo, generan la ira de los hombres que defienden los intereses de la empresa. Se ha reconocido la condición de víctimas del conflicto armado, la calidad de baldíos a los predios, se ha avanzado –por fin– en la investigac­ión penal que permitió recienteme­nte la captura de quienes serían los responsabl­es del desplazami­ento, y ahora, el 25 de agosto pasado, el Consejo de Estado dejó en firme la decisión de extinción de dominio de ‘Las Pavas’. Esta decisión fue la que años tras años esperaron los campesinos. Deja claro que la empresa está ocupando ilegalment­e ‘Las Pavas’. Es decir, compraron al anterior dueño un predio que ya no era de él, del que los paramilita­res sacaron a los campesinos, y se pusieron a sembrar palma como locos. Pudo tratarse de una disputa entre dos actores, limpia y franca, sobre una tierra. Pero cada vez que hubo una decisión favorable para los campesinos, los hombres de la empresa impusieron el terror. Una larga lista de actos violentos describen lo que allí ha ocurrido. Ahora, con el pronunciam­iento del Consejo de Estado, la empresa otra vez ha mostrado los dientes. Los campesinos han denunciado que 20 hombres entraron a las malas, al predio de una señora, a expandir el cultivo de palmas. En enero, tras la resolución de acusación de la Fiscalía por el delito de desplazami­ento forzado, pese a que se trataba de una reserva del sumario, cuenta la gente de Buenos Aires que la empresa distribuyó por todo el sector la parte de la resolución que tenía los nombres de los campesinos denunciant­es. Por alguna razón se sienten por encima del Estado. Este nuevo fallo, sin embargo, es determinan­te.

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