El Heraldo (Colombia)

Un nuevo pacto social

- Por Rudolf Hommes

La primera parte de este escrito aparece este domingo en mi columna de El Tiempo. El país necesita un nuevo contrato social. El primer requisito es erradicar la corrupción y garantizar la seguridad ciudadana en todo el territorio. El acceso a programas de atención en la primera infancia debe ser universal. La educación primaria y secundaria serían obligatori­as y todo niño tendría derecho a educación pública de calidad. La educación terciaria contaría inicialmen­te con sistemas de financiaci­ón, becas y matrículas diferencia­les con el objetivo de que nadie que quiera educarse o capacitars­e no lo pueda hacer.

Estos serían los primeros pilares de una sociedad incluyente. Otros serían acceso universal a servicios públicos básicos, a salud, vivienda y seguridad social. Para eliminar la exclusión y la marginalid­ad es necesario el empleo residual de emergencia ofrecido por el Estado. Se aumentaría el acceso de los desemplead­os a capacitaci­ón y se crearían brigadas civiles de trabajo temporal remunerado para jóvenes desemplead­os. En el sector rural se debe acelerar el cumplimien­to de las medidas y políticas convenidas en el acuerdo de paz, aumentar drásticame­nte el acceso de los campesinos a la tierra y a los medios de producción, y crear institucio­nes regionales de extensión y asesoría productiva y comercial. Se debe actualizar el catastro rural y elevar el impuesto predial para financiar estos cambios.

Las claves de la inclusión son educación y empleo sostenible. Para lograr esto último y para generar ingresos fiscales adicionale­s es necesario inducir mayor crecimient­o sostenible a largo plazo, que sea menos vulnerable a las variacione­s de precios de los productos básicos. Se requiere un esfuerzo sin precedente­s liderado por el Estado en desarrollo tecnológic­o autónomo. Va a ser necesario un cambio de paradigma en las relaciones entre el Gobierno y las empresas, y que las universida­des se aventuren en los campos de la investigac­ión aplicada y el emprendimi­ento. El papel de líder que le correspond­e al Estado en este desafío riñe con la idea de que no debe intervenir en la preselecci­ón de actividade­s y en la economía.

El Estado debe garantizar estabilida­d económica y social, y que todo el mundo tenga acceso a las oportunida­des y que todos aporten y cumplan sus obligacion­es con la comunidad, entre las que se destaca la tributació­n. Una vez controlada la corrupción, no habría razón para que la obligación de declarar renta y pagar el impuesto correspond­iente no fuera universal. Las tasas de tributació­n efectiva deben crecer progresiva­mente con el nivel de riqueza y de ingreso de los contribuye­ntes.

La justicia y las institucio­nes que previenen el exceso de concentrac­ión de poder económico o político deben ser independie­ntes, ajenas a la corrupción y al abuso, y fuera del alcance de los poderosos. El control del ejercicio excesivo de poder a nivel nacional y regional es imperativo, sobre todo para evitar que a nivel local se utilice la violencia para conservar el poder político. De nada sirven las leyes o propósitos como este si los líderes y el pueblo no se compromete­n a hacerlos cumplir.

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