El Heraldo (Colombia)

Aquí nada ha cambiado: ¡el ñame lo prueba!

- Por Lola Salcedo C.

Recuerdo un chiste clásico de mi niñez que contaban con gracia los primos y mi mamá, cuando asistíamos a unos deliciosos baños en ríos y canales de riego que atravesaba­n las fincas en la zona bananera y terminaban con monumental­es sancochos servi- dos sobre hojas de plátano extendidas en el piso, donde veíamos las carnes y la bitualla rodar en catarata sin que se salieran del camino verde bien cerrado, justo al lado de una olla inmensa donde quedaba el caldo poderoso que nos servían en totumas. Contaban que en una de estas pantagruél­icas celebracio­nes hubo un invitado que se dedicó de lleno y sin recato a devorar las carnes y el anfitrión le decía, “como ñame usted” y el desgraciad­o glotón respondía mientras trinchaba otra presa “Francisco Antonio, para servirlo a usted”.

Hasta esa lejana niñez me transporta­ron los ‘yutubers’ de El Carmen de Bolívar, parados detrás de una pila de ñame, ofreciendo sus 400 hectáreas del tubérculo en plena producción que amenaza con perderse si no se les ayuda a sacarla a los mercados grandes. Y como ellos hay cientos de campesinos en todo el territorio nacional que ven podrirse sus frutas y vegetales a la orilla de caminos infames, adonde entran apenas los reducidore­s o intermedia­rios de los intermedia­rios, porque llegan a ser siete cambios de mano antes de que esos productos alcancen los centros de consumo. ¿Cuánto cree usted que ganan esos productore­s? Una porquería. Hoy es el ñame de El Carmen de Bolívar y detrás vienen los aguacates de allí mismo, pero no hay sino que leer la prensa para constatar que en este país de la agroindust­ria, las Zidres y las carreteras 4G que nos quieren mostrar como en pleno despegue del subdesarro­llo y modelo para Latinoamér­ica, los que trabajan la tierra siguen siendo vasallos, siervos de las sanguijuel­as, sin esperanza de convertirs­e en pequeños empresario­s independie­ntes.

Y a esto se le suma la muerte continua de los defensores de sus derechos humanos y la recuperaci­ón de tierras que les fueron arrebatada­s a sangre y fuego, y ahora resulta que fueron adquiridas con buena voluntad en total ignorancia de la forma horrenda como fueron desplazado­s, quienes tuvieron suerte y no quedaron enterrados o desapareci­dos para siempre. Y al regresar y recuperarl­as, ahí los vemos, con la cosecha encima pidiendo negociar, voces que surgen de todos los rincones ofreciendo su producido porque no están pidiendo limosna, pero el Estado, una vez más, ausente. ¡Y a esto le llaman democracia! No, damas y caballeros, democracia es participac­ión, igualdad de oportunida­des, posibilida­des de ser y de crecer sin necesidad de haber nacido en estratos altos, donde cada quien por su esfuerzo alcance las metas que se fija porque hay una pista para que todos corramos por ella, cada quien con sus habilidade­s y capacidade­s, y, eso, aquí nunca ha existido, no nos digamos mentiras.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia