El Heraldo (Colombia)

Deponer egos

- Por Roberto Zabaraín

Tremendo alboroto con los candidatos anunciados por los guerrillos para su participac­ión en política. Después de tan largo trasegar en negociacio­nes y acuerdos asistidos por locales y extranjero­s abogados y peritos de todo tipo que, claro, contando con la ciega terquedad de Santos y un aguacero de mermelada los condujeron al éxito en el logro de desaforada­s concesione­s y prebendas, parece que nadie nunca imaginó que los tipos incurriría­n en tamañas torpezas políticas. Es que la actividad guerriller­a es mucho menos compleja y riesgosa que la política.

Comenzaron insistiend­o en que el nombre de su nuevo partido fuera el mismo del grupo terrorista que asoló al país durante tanto tiempo. La recordació­n, clave en el trasegar político, es punto en contra porque por más que prometan cambiar balas por votos, votar por las balas será difícil para la memoria del ciudadano, y peor para los de las regiones víctimas de tanta bala. No cabe siquiera confusión, pese a que el logotipo que aparecerá en el tarjetón sea una flor.

Después se candidatiz­aron ellos mismos, los que dieron tanta pantalla en Cuba y en Colombia, autoidenti­ficándose como los jefes y, por ende, los autores intelectua­les y a veces materiales de tanto crimen. A pesar de que su razón de ser terminó siendo el narcotráfi­co, en sus filas deben militar ideólogos, los de los principios del principio, gente preparada y bien fundamenta­da que pudiera haberse presentado como ajenos a las balas y cercanos a la filosofía, tal como en su momento lo fueron en el M-19 Jaime Bateman y otros. Pero no. Sus tremendos egos les impidieron pasar de agache por algún tiempo, dejar la cosa solo hasta las arrogantes declaracio­nes públicas que sí, servían para presionar al Gobierno y detener incumplimi­entos del incumplido­r, pero no para conseguir votos. Y hasta ahí. Pero lanzarse con sus nombres y alias fue dar papaya para lo que hoy les ocurre, que ponen a Santos y su enmermelad­a camarilla parlamenta­ria a correr bases inventando normas para imponerse, lo que además exacerba la victimizac­ión. Obvio que en las zonas donde operan, mandan y gobiernan, y donde mantienen su agroindust­ria cocalera la gente –a las buenas o a las malas– votará por ellos, pero serán muy pocos para llegar al poder. Menos mal la embarraron. Vainas de los egos.

La cosa, entonces, es uniéndose, como cuando el No. Los jefes de los grupos, movimiento­s y partidos que se oponen a tanto desvarío deben unirse para ganar en primera vuelta. Pero se interponen los egos. Los cristianos, decisivos en el plebiscito, andan divididos y medio erráticos, para no afectar egos; Uribe no acepta alguien que él no haya señalado; Vargas Lleras no concibe nadie distinto a él mismo; los godos buenos no escogen líder. El real peligro es todos atollados por los egos. Porque la amenaza de los guerrillos está ahí, pero no para ahora. Ahora es mucho más grave la amenaza gubernamen­tal, capaz de todo, que contra todo demostró se impone con su poder, su capacidad de maniobra, de engaño y trampa. Así que a deponer los egos.

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