Deponer egos
Tremendo alboroto con los candidatos anunciados por los guerrillos para su participación en política. Después de tan largo trasegar en negociaciones y acuerdos asistidos por locales y extranjeros abogados y peritos de todo tipo que, claro, contando con la ciega terquedad de Santos y un aguacero de mermelada los condujeron al éxito en el logro de desaforadas concesiones y prebendas, parece que nadie nunca imaginó que los tipos incurrirían en tamañas torpezas políticas. Es que la actividad guerrillera es mucho menos compleja y riesgosa que la política.
Comenzaron insistiendo en que el nombre de su nuevo partido fuera el mismo del grupo terrorista que asoló al país durante tanto tiempo. La recordación, clave en el trasegar político, es punto en contra porque por más que prometan cambiar balas por votos, votar por las balas será difícil para la memoria del ciudadano, y peor para los de las regiones víctimas de tanta bala. No cabe siquiera confusión, pese a que el logotipo que aparecerá en el tarjetón sea una flor.
Después se candidatizaron ellos mismos, los que dieron tanta pantalla en Cuba y en Colombia, autoidentificándose como los jefes y, por ende, los autores intelectuales y a veces materiales de tanto crimen. A pesar de que su razón de ser terminó siendo el narcotráfico, en sus filas deben militar ideólogos, los de los principios del principio, gente preparada y bien fundamentada que pudiera haberse presentado como ajenos a las balas y cercanos a la filosofía, tal como en su momento lo fueron en el M-19 Jaime Bateman y otros. Pero no. Sus tremendos egos les impidieron pasar de agache por algún tiempo, dejar la cosa solo hasta las arrogantes declaraciones públicas que sí, servían para presionar al Gobierno y detener incumplimientos del incumplidor, pero no para conseguir votos. Y hasta ahí. Pero lanzarse con sus nombres y alias fue dar papaya para lo que hoy les ocurre, que ponen a Santos y su enmermelada camarilla parlamentaria a correr bases inventando normas para imponerse, lo que además exacerba la victimización. Obvio que en las zonas donde operan, mandan y gobiernan, y donde mantienen su agroindustria cocalera la gente –a las buenas o a las malas– votará por ellos, pero serán muy pocos para llegar al poder. Menos mal la embarraron. Vainas de los egos.
La cosa, entonces, es uniéndose, como cuando el No. Los jefes de los grupos, movimientos y partidos que se oponen a tanto desvarío deben unirse para ganar en primera vuelta. Pero se interponen los egos. Los cristianos, decisivos en el plebiscito, andan divididos y medio erráticos, para no afectar egos; Uribe no acepta alguien que él no haya señalado; Vargas Lleras no concibe nadie distinto a él mismo; los godos buenos no escogen líder. El real peligro es todos atollados por los egos. Porque la amenaza de los guerrillos está ahí, pero no para ahora. Ahora es mucho más grave la amenaza gubernamental, capaz de todo, que contra todo demostró se impone con su poder, su capacidad de maniobra, de engaño y trampa. Así que a deponer los egos.