¡Lupita, la perrita de corazón grande!

El 13 de agosto del 2005, en medio de una inesperada brisa glotona de la noche que intentaba penetrar en la casa cada vez que abríamos puertas y ventanas, Jerime, una de mis hijas se presentó con un bolso amarillo de cuyo interior salía un timorato gemido. Le pregunté qué había ahí, y ella –con recelo– respondió que era una perrita chihuahua que le había regalado la cosmetóloga y esteticista barranquillera Magaly Vergara. Al comienzo manifiesto que no estuve de acuerdo con la traída de Lupita a casa, ese fue el nombre con el cual fue bautizada. Al correr los días, Lupita empezó a ganarse el cariño de toda la familia. Es decir, se convirtió en la dueña y consentida de la casa por su inteligencia sui géneris, enormes ojos y, por supuesto, su arrollador carisma canino. Todos en nuestro hogar teníamos que ver con el cuidado y cariño de Lupita. Cada uno en la familia la llamaba de distintas maneras. Por ejemplo, Myriam le decía: “Guadalupe del Cristo”, mi otra hija Cinthya le decía “Pita”, y yo “Kunderito de papá”. De cualquier forma, Lupita centró toda su devoción en Jerime, su verdadera ama, la que le daba de comer y la sacaba a caminar. Lupita llegó a conocer con toda su documentación canina en regla, gracias a Jerime, varias ciudades del país, incluso traspasó las fronteras hasta Ureña, en Venezuela para una época decembrina. Pero como dice un verso del poeta Pablo Antonio Cuadra: “… la muerte desde los tiempos antiguos ronda con un nuevo silencio y con un nuevo dolor”, nuestra Lupita, la perrita chihuahua de corazón grande, murió el pasado 16 de enero, producto de los achaques de su edad, dejándonos en el alma una enorme nostalgia.

Tito Mejía Sarmiento Poeta, locutor y docente Colombiano