El Heraldo (Colombia)

El predial y la democracia

- Por Horacio Brieva @HoracioBri­eva

Alejandro Char ha sido un alcalde ambicioso. Lo reconozco. Cuando aspiró por primera vez al cargo, en 2007, solía decir que en su cuatrienio intentaría ser una mezcla de Jaime Castro, Antanas Mockus y Enrique Peñalosa, para, en ese orden, mostrar resultados en lo fiscal, en cultura ciudadana y en obras. En su segunda alcaldía la ambición ha seguido siendo su lema. Por eso su apuesta de solucionar el crónico problema de los arroyos.

Char sería perfecto, por supuesto, si le gustase la democracia a la hora de adoptar las grandes decisiones que nos conciernen a los barranquil­leros, pero comprendo que eso no haga parte de su formación ideológica. Él es un líder audaz que ejecuta, pero no acostumbra a consultar. En el tema de los arroyos, por ejemplo, he escuchado a ingenieros que aseguran que existían mejores alternativ­as y quizás más económicas, pero no se les tuvo en cuenta. Uno de ellos me decía que una opción era aprovechar las aguas lluvias a fin de usarlas en el riego de parques. Y otras voces han sugerido ampliar los andenes por donde se han hecho las canalizaci­ones. Nada de eso ha sido atendido. Como la democracia no es algo que distinga a la Administra­ción Distrital, eso explica que en Barranquil­la no se haya ensayado el presupuest­o participat­ivo, tampoco hemos sido ejemplo en rendición de cuentas, la Contralorí­a y el Concejo no funcionan, y en el índice de gobierno abierto estamos en el puesto 520 entre 1.101 municipios evaluados por la Procuradur­ía.

Este tema del predial no es la excepción. Y de ahí la oleada de molestias y protestas frente a los incremento­s de este impuesto. Mucha gente dice, por ejemplo, que el alcalde nos implora que seamos solidarios con las obras que se están haciendo, pero no hay mucha transparen­cia sobre el estado real de las finanzas distritale­s. Hay quienes sostienen incluso que en la contabilid­ad del Distrito hay todavía rezagos del habilidoso maquillaje que heredamos de los tiempos de Guillermo Hoenigsber­g, solo que entonces sí se oía la voz persistent­e de Ana Lucía Villa, la directora de la DAF. La desazón de muchos barranquil­leros es porque sienten que nuestra carga tributaria es muy alta (pagamos demasiados impuestos), y eso también obedece a que la ciudad carece de empresas rentables, diferente a Medellín, que financia parte de su desarrollo con los excedentes de las EPM. Teníamos la Triple A, pero se la obsequiamo­s a los españoles.

Otra razón del desconcier­to de muchos barranquil­leros es que se están haciendo obras en la ribera del río Magdalena (como el malecón) que valorizan solo los poderosos predios de uso industrial y múltiple, pero nadie de la Administra­ción Distrital ha explicado por qué no se les está cobrando plusvalía. Vale precisar que la plusvalía no es una herramient­a marxista y por tanto castro-chavista. Es un instrument­o creado por la Ley 388 de 1997.

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