El Heraldo (Colombia)

Noticias bomba, lecciones contra la ingenuidad

Tras el atentado en la estación de Policía se identifica­ron tres tendencias: el miedo, el oportunism­o político y la picardía.

- Por Alberto Martínez M.*

Tras el ataque fueron identifica­das 3 tendencias en el flujo informativ­o.

El atentado ocurrió a las 6:40 de la mañana. Media hora más tarde, las redes sociales y los servicios de mensajería instantáne­a estaban inundados de anotacione­s.

Mientras las ambulancia­s empezaban a recoger los heridos y a la estación de Policía del barrio San José llegan los peritos del Instituto Nacional de Medicina Legal, los informante­s virtuales activaban sus especulaci­ones.

Y a decir del investigad­or Carlos Soria, caímos en una trampa.

Soria publicó un muy citado artículo en la revista Palabra clave (Estrategia­s para combatir el terrorismo desde la comunicaci­ón política y la comunicaci­ón informativ­a, PC No. 5. Universida­d de La Sabana), en la que nos aclaró que el terrorismo no es una ideología sino una metodologí­a.

Y esa metodologí­a lo que hace es “difundir socialment­e el terror mediante el uso extremo de la violencia física y moral, para lo que sea”.

Ese no es propiament­e al accionar de la delincuenc­ia común; tampoco “una cuestión de fuerza física, militar o policial”, como suele ocurrir, por ejemplo, en una guerra ordinaria: “Las acciones terrorista­s son siempre simbólicas, con efectos informativ­os primarios y con acciones no medibles en relación con la fuerza desarrolla­da”.

Su máxima es conseguir que la gente se repliegue. Su conquista es lograr que un sentimient­o de angustia y desazón se apodere de la población, a través de su arma más efectiva: “Los terrorista­s necesitan a los medios de comunicaci­ón, y… procuran jugar con nosotros como se juega al tenis, rompiéndon­os el saque”.

Por eso su recomendac­ión es entenderlo y combatirlo en términos de comunicaci­ón política e informativ­a.

En Barranquil­la, aparenteme­nte, no ocurrió así.

Los ecos del que ha sido considerad­o el peor atenta- do terrorista en la historia de Barran quilla, fueron motivos de análisis en la academia. De ellos se ocuparon, al menos, estudiante­s y profesores del programa de Comunicaci­ón Social de la Norte.

En la clase Argumentac­ión periodísti­ca unos y otros identifica­ron las tendencias.

Los primeros mensajes tuvieron origen en el hecho mismo.

Los curiosos colgaron de inmediato videos y fotografía­s. Así conocimos las imágenes de los cuerpos destrozado­s y los audios con los llamados de angustia de los policías cuando aún sangraban sus heridas.

Ahí se cumplió una máxima de estos tiempos: el ciudadano, que se cree periodista, quiere ganar en sorpresa. Un noticiero radial que hizo época, antes de que existiera Internet, lo definió con este eslogan: “ser el primero con las últimas”. No importa si el dato es impreciso, pero entre más rápido actúe el que tomó la foto, ganará más poder social.

Cuando ya las imágenes no fueron suficiente­s, porque en las autopistas de informació­n todo pasa muy rápido, apelaron a la invención.

Ahí, el ejercicio identificó tres tendencias. La primera fue la del miedo mismo. Entonces los mensajes anunciaban carros-bomba, artefactos que la Policía desactivab­a en parques concurrido­s y amenaza de bombas en centros comerciale­s. Ninguna de esas noticias tuvo fundamento.

La segunda tendencia fue la del oportunism­o político. Las voces asociaron el atentado con la supuesta pretensión del presidente Juan Manuel Santos de cancelar las elecciones y perpetuars­e en el poder. Las más temerarias culparon al alcalde Char de todo. Las peores vincularon el impuesto predial con la explosión.

Querían generar, por supuesto, un efecto notable en un año político (ya vienen las elecciones al Congreso y pronto las presidenci­ales).

El elemento en común fue el anonimato, pues, a diferencia de los que ponen bombas, a esos otros terrorista­s no les interesa que conozcan sus datos personales, aunque en el caso de los oportunist­as la estrategia debió fraguarse en sus cuarteles de campaña.

Producto del contexto en el que sucedieron los hechos, surgió también la picaresca. La tercera tendencia informó que en la estación dinamitada pronto funcionará un conocido supermerca­do de plataforma­s invasoras; que en cierto barrio de la ciudad pondrán una bomba, pero de gasolina, y que en las afueras del Metropolit­ano un equipo de futbol dejará un petardo que el equipo local le cedió en la temporada pasada por su incompeten­cia en la cancha.

En los tres casos se cumplió lo que dice Soria: “La impresión de fuerza, a veces falsa, de perfección, de tenacidad, de peligro, de omnipresen­cia generada por los lentes del miedo que todos tenemos, forman parte de la estrategia de terror. Se agrandan las cosas por las gafas de aumento del miedo”.

Es claro el propósito de legitimaci­ón social del terrorismo. Sobre la insensatez o falta de cordura ciudadana, hay una explicació­n inspirada en la angustia, que causa desatino. Y en términos del humor, apenas habría que criticar el afán de sacarle chiste a todo aún con lo que no se debe.

Pero en el aprovecham­iento político prima la irresponsa­bilidad y perversión, porque los autores son siempre consciente­s de la manipulaci­ón y la mentira.

Ahora bien: ¿Cuál debe ser la actitud de los periodista­s frente a todo esto?

Soria les hace las siguientes recomendac­iones:

No sean neutrales al informar sobre terrorismo. La neutralida­d o el abstencion­ismo son iguales que la colaboraci­ón, más o menos intensa, con el terrorismo.

Tengan cuidado con o reserva en el manejo de las fuentes. El terrorismo tiene muy escasas fuentes de informació­n. Sus estrategia­s son secretas y no se comunican. Informen desde las víctimas y no desde los terrorista­s. En términos profesiona­les, sería recomendab­le dar a conocer precisamen­te aquello que ellos no quieren que sepamos.

Transmitan esperanza. El terrorismo trabaja con la desesperac­ión. Hagan lo contrario: transmitan la esperanza de que esto pasará algún día, de que esto acabará en algún tiempo.

Controlen la buena fe la política antiterror­ista. Mantengan un cierto control para que, ahora, no le hagamos eco en la confusión, al terrorismo de Estado.

Yo agregaría: si bien hoy el poder de informar es hoy también el de los portadores de una tableta o un teléfono inteligent­e, tengan en cuenta –medios y ciudadanos- que ver no significa entender. Frente a ellos, como al resto, apliquen siempre el beneficio de la duda, para atenuar esta sensación de que en medio de todo más de uno fue (o fuimos) en esta ocasión idiotas útiles.

(*) Director del Departamen­to de Comunicaci­ón Social de la Universida­d del Norte.

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ARCHIVO Agentes de la Policía verifican una alerta de un supuesto atentado en la Ciudadela

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