El Heraldo (Colombia)

¿Podrá Petro convertir la indignació­n en votos?

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Petro es muy bueno para criticar, pero muy malo para que lo critiquen. Su capacidad de autocrític­a es cero. Llegó a la Alcaldía de Bogotá con varios amigos y salió de ella con muy pocos. Antonio Navarro no lo soportó como jefe, al igual que Daniel García Peña, entre otros. A Petro le cuesta lograr consensos y buscar acuerdos. Su discurso es más lo que polariza que lo que convoca. Su mayor fortaleza electoral es la promoción del enfrentami­ento de clases sociales, como ocurrió en Bogotá a la que dividió entre ricos y pobres. De ahí que sea héroe para los estratos 1 y 2 y villano para los estratos 5 y 6. A Petro le cuesta entender que un gobernante no gobierna solo para el sector que lo eligió, sino para todos, pues al hacerlo lo único que logra es fomentar la polarizaci­ón política y social. Petro sabe sacarle réditos electorale­s a la "indignació­n social", que en países como el nuestro es cada día más creciente. Hoy Colombia es un país de indignados. Indignados contra todo y contra todos. Indignados contra la guerra, pero también contra la paz negociada por Santos y Timochenko, repleta de impunidad y prebendas a los jefes de las Farc. Indignados contra los corruptos, pero también contra quienes hicieron de la lucha contra la corrupción una bandera electoral, oportunist­a y excluyente, hasta el punto de que terminaron convirtien­do a los "impolutos" en una élite. Pero también hay indignados -¡y muchos!- contra una clase dirigente que por años ha fomentado la corrupción, la exclusión y la politiquer­ía, a la que ahora una buena porción de electores le está pasando su cuenta de cobro. La apuesta de Petro es convertir esa indignació­n generaliza­da en votos, como hizo Hugo Chávez en Venezuela.

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