El Heraldo (Colombia)

Don Temis

- Por Claudia Ayola @ayolaclaud­ia ayolaclaud­ia1@gmail.com

Que aquí nos quedamos, carajo. El pueblo no se rinde, carajo. Por el territorio, carajo. El pueblo no rinde, carajo. Este pueblo es fuerte, carajo. El pueblo no se rinde, carajo. Más fuerte que la bala, carajo. El pueblo no se rinde, carajo. Por don Temis, carajo. El pueblo no se rinde, carajo.

El asesinato de Temístocle­s Machado no es el asesinato a un hombre, es el intento de asesinar a todas las comunidade­s negras que luchan por sus derechos. Las balas que atravesaro­n el cuerpo de este líder fueron disparadas directo al corazón de la defensa del territorio. Temis aprendió del liderazgo de su padre y no conoció otra forma de vivir más que aquella que cobra sentido con la lucha hasta la muerte por la justicia social de su comunidad.

Temístocle­s pertenecía a PCN (Proceso de Comunidade­s Negras), quizá la organizaci­ón afro más solida en el trabajo de acompañami­ento a las víctimas del desplazami­ento y caracteriz­ada por una combinació­n interesant­e entre formación política y presencia en el territorio.

Tenía 59 años cuando fue acribillad­o en la tarde del 27 de enero por dos hombres que le metieron dos tiros en el pecho y otro en la cabeza. Cuando lo llevaron a la clínica ya estaba muerto. Poco a poco se fueron acercando líderes de la región al centro hospitalar­io y allí apareciero­n los militares con una tanqueta, quizá dispuestos a aplacar los ánimos de una posible revuelta de la comunidad.

Esas mismas tanquetas desfilaron impetuosas el año pasado para hacerle frente al paro cívico de Buenaventu­ra. Todo un despliegue militar propio de una guerra, una guerra contra el pueblo. Mientras uniformado­s del Esmad asfixiaban bebés con los gases que rociaban a las frágiles casas de zinc, los líderes se mantuviero­n firmes en las mesas de negociació­n y la comunidad se mantuvo firme en las calles.

El escándalo por las casas de pique apenas había sido un detalle entre tantos temas estructura­les que venían arrinconan­do a la población. La falta de agua, de un hospital de tercer nivel, de oportunida­des, se mezclan con la insegurida­d, la malaria, la voraz expansión de los proyectos portuarios y la presencia paramilita­r. Lo único importante para los gobiernos nacionales es la operación del puerto, entonces la gente demostró que puede cerrar el paso al puerto y solo así los gobernante­s piensan en el pueblo. Así surgió el paro cívico de Buenaventu­ra que demostró una admirable capacidad organizati­va.

El asesinato de Don Temis, sin duda, es una perversa estrategia que intenta apagar el fuego que enciende la lucha social del pueblo de Buenaventu­ra. Es justo ahora cuando más debemos acompañarl­os y rodearlos, que el asesinato de Don Temis se convierta en un llamado, en un grito desesperad­o de auxilio al que acudamos solidarios, que su sangre sea la de un líder que nunca muere porque se convierte en la bandera que agitan todos los pueblos que reclaman la justicia social y el derecho al territorio.

Don Temis sigue vivo, carajo. El pueblo no se rinde, carajo.

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