Don Temis
Que aquí nos quedamos, carajo. El pueblo no se rinde, carajo. Por el territorio, carajo. El pueblo no rinde, carajo. Este pueblo es fuerte, carajo. El pueblo no se rinde, carajo. Más fuerte que la bala, carajo. El pueblo no se rinde, carajo. Por don Temis, carajo. El pueblo no se rinde, carajo.
El asesinato de Temístocles Machado no es el asesinato a un hombre, es el intento de asesinar a todas las comunidades negras que luchan por sus derechos. Las balas que atravesaron el cuerpo de este líder fueron disparadas directo al corazón de la defensa del territorio. Temis aprendió del liderazgo de su padre y no conoció otra forma de vivir más que aquella que cobra sentido con la lucha hasta la muerte por la justicia social de su comunidad.
Temístocles pertenecía a PCN (Proceso de Comunidades Negras), quizá la organización afro más solida en el trabajo de acompañamiento a las víctimas del desplazamiento y caracterizada por una combinación interesante entre formación política y presencia en el territorio.
Tenía 59 años cuando fue acribillado en la tarde del 27 de enero por dos hombres que le metieron dos tiros en el pecho y otro en la cabeza. Cuando lo llevaron a la clínica ya estaba muerto. Poco a poco se fueron acercando líderes de la región al centro hospitalario y allí aparecieron los militares con una tanqueta, quizá dispuestos a aplacar los ánimos de una posible revuelta de la comunidad.
Esas mismas tanquetas desfilaron impetuosas el año pasado para hacerle frente al paro cívico de Buenaventura. Todo un despliegue militar propio de una guerra, una guerra contra el pueblo. Mientras uniformados del Esmad asfixiaban bebés con los gases que rociaban a las frágiles casas de zinc, los líderes se mantuvieron firmes en las mesas de negociación y la comunidad se mantuvo firme en las calles.
El escándalo por las casas de pique apenas había sido un detalle entre tantos temas estructurales que venían arrinconando a la población. La falta de agua, de un hospital de tercer nivel, de oportunidades, se mezclan con la inseguridad, la malaria, la voraz expansión de los proyectos portuarios y la presencia paramilitar. Lo único importante para los gobiernos nacionales es la operación del puerto, entonces la gente demostró que puede cerrar el paso al puerto y solo así los gobernantes piensan en el pueblo. Así surgió el paro cívico de Buenaventura que demostró una admirable capacidad organizativa.
El asesinato de Don Temis, sin duda, es una perversa estrategia que intenta apagar el fuego que enciende la lucha social del pueblo de Buenaventura. Es justo ahora cuando más debemos acompañarlos y rodearlos, que el asesinato de Don Temis se convierta en un llamado, en un grito desesperado de auxilio al que acudamos solidarios, que su sangre sea la de un líder que nunca muere porque se convierte en la bandera que agitan todos los pueblos que reclaman la justicia social y el derecho al territorio.
Don Temis sigue vivo, carajo. El pueblo no se rinde, carajo.