El Heraldo (Colombia)

De elásticas cervices

- Por Jaime Romero Sampayo

El mundo se va a acabar y ya comenzó en Arabia Saudí: en un concurso de belleza para camellos acaban de descalific­ar a 12 de sus participan­tes de bellas jorobas porque se descubrió que les habían puesto bótox en los labios. También les habían recortado graciosame­nte las orejas, en busca de las más perfectas proporcion­es faciales dromedaria­s, en un país donde el camello es el símbolo nacional, y en cuyo concurso de belleza, el King Abdulaziz Camel Festival, se reparten hasta 57 millones de dólares en premios.

En el mundo ya no existe equilibrio ni proporción justa de las cosas. ¿Toda esa catarata de millones de Arabia cuánto no sería en cervezas gratis para todos los gozones del Carnaval de Barranquil­la que ya casi llegó con todo su arte, sus brillos y sus pitos?

Si hoy viviera Guillermo Valencia, nuestro poeta del colegio, tal vez modificarí­a un poco su célebre poema. En lugar de dos, diría “Doce lánguidos camellos, de elásticas cervices”. Y cambiaría “los cuellos recogidos, hinchadas las narices”, por un más moderno “las orejas recortadas, bótox en los labios”, y allá que se pierda la rima.

Pero nosotros tampoco nos podemos quejar, porque, si bien nuestros premios son algo menores que los saudís, por ahí también tenemos un concurso de belleza muy célebre y festejado: el Festival del Burro en San Antero, Córdoba.

El nuestro tiene la ventaja de que aúna reinado y carnaval, pues a las bestias no solo se las evalúa por su donaire y hermosura, sino también por el ingenio de sus disfraces. Y, aunque los premios no sean tan arábicos, sí son lo suficiente­mente codiciados como para que aquí también se hagan trampas. En el concurso de burras de 1995 la gran favorita era una tal Yésica, La Mariposa, pero al final se acabó descubrien­do que no era lo que parecía, sino que su dueño, con el disfraz, había tratado de camuflarle lo que hasta entonces nunca nadie pensó que se podría camuflar de todo un señor burro hecho y derecho. Los jurados se lo tomaron por el lado amable: lo eliminaron del concurso de burras, pero enseguida lo aceptaron en el de burros, donde, ahora bajo el nombre de El Mariposón, quedó en segundo lugar.

De todas formas, el burro más bonito de siempre es Platero, porque “es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón”. Y la más inquietant­e de todas fue la burra de Balaam, porque un día rompió a hablar para quejarse todavía no se sabe muy bien de qué. En cambio, Sancho Panza, quien prefería que lo golpearan a él antes que “el más mínimo pelo de la cola de su asno”, siempre se tuvo que conformar viendo que su burro “le escuchaba sin responderl­e palabra alguna”.

Pero para los saudís no se trata de burros, sino de camellos, lo cual sorprende teniendo en cuenta aquel pasaje tan bíblico como coránico que, con tanto derroche y ostentació­n, así parecieran querer porfiar: “es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios”. ¡Hay que ser muy burro para gastarse 57 millones de dólares en camellos!

¿Cuánto no sería eso en vuelos gratis para quienes, en la lejanía, el doctor les haya prescrito urgente 5 días en Barranquil­la a partir de este mismo sábado de Carnaval?

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