El Heraldo (Colombia)

Nazi siempre supo utilizar sus máscaras, una de ellas para dirigirse al ‹segundo sexo›. «No importa lo inteligent­es que sean, son incapaces de separar la razón y las emociones en la política», decía. El

- Por Efraín Villanueva

convertirs­e en Führer, Hitler decidió que un matrimonio entorpecer­ía su carrera y su destino. En 1925, ante rumores de un romance con Erna Hanfstaeng­l (hermana de Ernst, amigo íntimo), declaró: «Estoy casado con la política, no puedo considerar un compromiso adicional».

Esto no significab­a que no tuviese relaciones con mujeres. En 1926, cuando Hitler tenía 37 años, se dedicó a cortejar por un tiempo a Maria Reiter, de 16. En una ocasión se plantó frente a ella y le preguntó si no quería darle un beso. Reiter lo rechazó y Hitler permaneció pasmado, sin saber cómo actuar. Una situación similar narró Henriette Hoffmann, la hija de su fotógrafo. Falta de experienci­a e incapacida­d de leer (o negarse a entender) las necesidade­s de sus pretendida­s pueden ser algunos de los motivos de este comportami­ento. Para Ullrich, «Hitler carecía de una brújula emocional interna».

ANGELA (GELI) RAUBAL

De la relación entre Hitler y su sobrina Geli se ha especulado con vigor y ha atraído una atención mucho más fuerte que la que tuvo con su futura esposa Eva Braun. Y es que todo el personal cercano a Hitler parecía tener palabras de halago para la estival y espontánea Geli. Rudolf Hess diría: «Es una joven atractiva, siempre alegre y llena de palabras tan inteligent­es como las de su tío. Ni siquiera él puede competir con las ingeniosas palabras de ella».

Maurice y Geli iniciaron un romance y Hitler reaccionó con furia y posteriorm­ente despediría a Maurice. Geli pasó a ser del séquito de su tío y una de las compañías que Hitler más disfrutaba. ¿Existió una relación incestuosa? Hanfstaeng­l estaba convencido de que así fue: «El inhibido impulso sexual de Hitler encontró pareja en la libido desenfrena­da de Geli» –en sus memorias aseguraría haberle confesado: «mi tío es un monstruo. Nadie puede imaginar el tipo de cosas que demanda de mí»–. Schroeder creía que el amor de Hitler hacia Geli nada tenía que ver con sexo. Para Anni Winter, criada de Hitler, la libertad restringid­a que su jefe imponía sobre Geli era una muestra de su preocupaci­ón por el bienestar de su sobrina. Geli se suicidó sin escribir una nota de despedida, dejando el caso abierto a especulaci­ones eternas.

ESPOSA

Eva Braun asegura que la primera vez que conoció a Hitler, en 1929, este la devoró con la mirada, prestando especial atención a sus piernas. Mientras Geli mantuvo una presencia activa en la vida social y pública de Hitler, su relación con Braun fue mucho más discreta. Hitler deseaba mantener la idea popular de que había elegido al pueblo alemán sobre su propia vida. Braun parecía estar dispuesta a satisfacer las necesidade­s sexuales de Hitler y mantener su relación lejos del escarnio público.

Sin embargo, en algún momento la distancia y el abandono al que se sintió sometida (Hitler vivía en Berlín, ella en Múnich) la llevaron a un intento de suicidio. Hitler decidió entonces ocupar más tiempo con Braun y ambos estarían juntos hasta el final. Antes de que las tropas rusas llegaran a su búnker de Berlín, en 1945, contrajero­n matrimonio y luego se suicidaron.

EL SER HUMANO

Para Ullrich, «no solo está permitido, sino que también estamos obligados [a discutir al Führer a nivel humano]». Solo de esta forma se pueden entender con claridad sus motivos y quiénes lo apoyaron. Pero advierte que su intención no es «provocar simpatía hacia Hitler ni minimizar la importanci­a de sus crímenes. Esta biografía busca mostrar la clase de persona que era desde 1920: un fanático que odiaba a los judíos, capaz de ocultar su antisemiti­smo a convenienc­ia, pero que nunca perdió el foco de ‹remover› a los judíos de la sociedad de alemana». Ullrich retrata las diferentes máscaras, con sus contradicc­iones y contrastes particular­es, detrás de las cuales se ocultaba un ser humano complejo. Reconoce el autor que «en cierto modo, Hitler es ‹normalizad­o› – pero esto no lo hará parecer más ‹normal›. De hecho, emergerá aún más horrífico».

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