El Heraldo (Colombia)

Goce carnavaler­o…

- Por Rodrigo Fuenmayor rofuenma@gmail.com

Desde la Colonia existieron fiestas populares –como el Carnaval en Cartagena– que fueron traídas por los españoles al Nuevo Mundo. Estas fueron cediendo paso a fiestas más notorias y celebradas como la Fiesta de la Candelaria y las del 11 de Noviembre en Cartagena. El historiado­r Adolfo Meisel Roca estima que esta situación dio pie para el traslado a Barranquil­la del Carnaval y su establecim­iento definitivo en el siglo XX.

En nuestra ciudad el jolgorio se vive de distintas maneras, dependiend­o de los gustos de propios y extraños. Se gozan el Carnaval los visitantes nacionales, internacio­nales y locales que siempre caen para la época. Los actores y gestores del mismo piensan las fiestas durante todo un año, armando disfraces, buscando patrocinio­s, ‘craneando’ coreografí­as y el entusiasmo, motor de sus iniciativa­s, se prende desde mucho antes de que estas comiencen; las y los artesanos recrean sus diseños, esmerándos­e cada vez más por ofrecer lo mejor de su despensa artística; así como las modistas, los estilistas, maquillado­res, grupos de millos, papayeras y todo el que vive y goza la fiesta, constituyé­ndose esto en motor impulsor de la economía.

Pero, no todos sienten el placer de gozarse cada evento, sino que más bien prefieren pasar esta fiesta disfrutand­o de unas vacaciones con destinos varios, lejos del retumbe de los millos y los éxitos musicales carnavaler­os de siempre. Por el contrario, hay muchos que se pierden en estos días, rumbean, gozan y aparecen con la muerte de Joselito con los bolsillos limpios y pidiendo a gritos un sancocho de guandú o trifásico para pasar el guayabo.

Algunos políticos se dan ‘la rodadita’ para untarse de la gozadera del Carnaval y –porqué no– para medir el termómetro de aceptación que la Costa tiene de sus ‘programas’. Hay que ponerles bien la lupa porque algunos se la dan de ‘vivos’ y promueven propaganda electoral durante los desfiles, afinando la estrategia ‘agarra votos’.

La burla, la creativida­d y la ironía de muchos costeños no se hace esperar, cuando disfrazado­s recrean la realidad que nos castiga. Los disfraces satíricos alusivos a sucesos de la actualidad, motivo de hilaridad colectiva, causan gran expectativ­a cada año. El Carnaval de la sabrosura, como dice nuestra reina, es un tributo a la ciudad en lo que respecta a su cultura, costumbres y tradicione­s que siempre han sido en paz.

Ojalá que ese clima se mantenga para el bien de las carnestole­ndas. Los recientes episodios que enlutaron a algunas familias de la ciudad tienden a enrarecer el ambiente. La seguridad, particular­mente en esta urbe, se debe reforzar, y la solidarida­d, el espíritu pacífico y la alegría –a pesar de todas las dificultad­es que tenemos en el día a día– se deben custodiar para que no se vean desplazada­s por actos tan irracional­es que atentan contra el legado cultural que ‘la Arenosa’ ofrece a la humanidad y el goce que ¡sanamente despliega!

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