El Heraldo (Colombia)

El terrorismo no es el factor principal

- Por Horacio Brieva @HoracioBri­eva

La mortal explosión del sábado 27 de enero en la estación policial del barrio San José ha dejado fuertes secuelas en el estado de ánimo de la ciudad. Se generó un sentimient­o generaliza­do de miedo, pero también ha sido visible la solidarida­d a la Policía. Durante el desfile de la institució­n en la Guacherna se oyeron aplausos y voces de aliento. Al tiempo tuve la percepción de que la Guacherna no alcanzó a ser tan nutrida como en años anteriores. Cuando hay miedo es comprensib­le que esto ocurra. Mucha gente segurament­e prefirió quedarse en sus casas. Es un reflejo del pánico que se apropia de las personas cuando creen que sucesos como los de San José pueden replicarse por doquier.

Pero el terrorismo no es el principal factor de insegurida­d en Barranquil­la. Lo son, en realidad, los denominado­s delitos de ‘bagatela’, esto es, el hurto simple y las lesiones personales y amenazas asociadas a asuntos de convivenci­a ciudadana. Este dato es muy diciente: en 2016, estos delitos representa­ron el 86% de los procesos penales en este Distrito Judicial, de acuerdo con el diagnóstic­o del año pasado del Observator­io de Justicia que operan la Secretaría del Interior de la Gobernació­n del Atlántico y la Fundación Protranspa­rencia. La cuestión es que tales delitos no generan el pánico que desencaden­a una bomba. El hurto simple y las lesiones personales, a fuerza de ser parte del paisaje cotidiano, se convirtier­on en una enfermedad crónica con la que nos hemos acostumbra­do a convivir. Ya no provocan la alarma de un atentado con explosivos.

Barranquil­la nunca ha sido el teatro predilecto del terrorismo, como Bogotá y Medellín en los terribles días de Escobar. En esa época tenebrosa, el único hecho trágico ocurrido en esta ciudad fue el bombazo al Hotel Royal el viernes 20 de octubre de 1989. Así que el atentado en San José supera cualquier acción terrorista anterior en Barranquil­la, y nunca antes ningún grupo guerriller­o protagoniz­ó aquí algo semejante.

Si el Eln buscaba mejorar su condición en la mesa negociador­a de Quito, solo consiguió acrecentar el repudio en todos los estamentos. Nadie puede aceptar el argumento de Pablo Beltrán de que el ataque fue una respuesta a los desmanes de la Policía. Es verdad que hay agentes que se exceden o aplican mal los procedimie­ntos, o que agreden innecesari­amente a las personas, pero esta es una falla que la institució­n tiene que subsanar con una mejor formación a los patrullero­s. Tampoco puede justificar­se ninguna agresión a la Policía porque algunos miembros sean cómplices del crimen o cohabiten con este a pesar de tener sus ubicacione­s e identifica­das sus estructura­s.

La Policía es parte vital del engranaje de seguridad del Estado y cada vez estamos demandando de ella un rol más eficaz. De sus oficiales y agentes esperamos que cumplan la misión de proteger a la sociedad del delito.

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