Ni tiempo ni ganas
Asistimos a una carrera electoral un tanto aburrida y predecible. El frenesí que se vive al interior de las campañas no se traslada a la cotidianidad de los posibles votantes, quienes no tienen tiempo ni ganas de consumir las miles de palabras, las decenas de videos, las docenas de declaraciones que cada día producen los candidatos en disputa. Se podría decir que el destino de Colombia en los próximos cuatro años dependerá de un reducido grupo de desinteresados que se encerrará en un diminuto cubículo de cartón el 11 de marzo, el 27 mayo, y casi con seguridad el 17 de junio, armado con un bolígrafo, una hoja con fotos, y la cabeza llena de telarañas.
Sería injusto culpar a la masa desinformada de la torpeza que cometerá en esas tres fechas de la democracia, porque, a pesar de la profunda incultura política que nos caracteriza, es un hecho que el principal objetivo de los candidatos es reincidir en su fértil apuesta por la ambigüedad.
De manera que unos y otros, quienes eligen y quienes aspiran, desean que esto termine lo más rápido posible sin cambios dramáticos, sin debates de argumentos, sin que haya necesidad de pensar demasiado.
Pero, mientras se acaba la cosa, seguirán en el aire las ideas sueltas que determinarán los resultados de las elecciones: que Uribe manipula, que Petro engaña, que Fajardo titubea, que Vargas Lleras maquina, que De la Calle claudica (casi nadie habla de Duque o de Ramírez, cosas de la derecha); que la izquierda es un peligro, que la derecha es un peligro, que el centro es un peligro; que la culpa es de Santos, que la culpa es de ‘Timochenko’, que la culpa es de Uribe.
Esos son los sesudos planteamientos que llegan hasta los ciudadanos que tienen la responsabilidad de elegir a sus próximos gobernantes; es lo que tienen tiempo y ganas de repetir, de memorizar, de asumir como razones de su ejercicio democrático.
¿Acaso usted, querido lector, que pertenece a la reducida élite que se toma el trabajo de decodificar columnas de opinión, ha tenido ganas y tiempo para sumergirse en los programas de gobierno de los candidatos a la presidencia? ¿Sabe, por ejemplo, qué propone su candidato para disminuir nuestra dependencia de la producción de combustibles fósiles, o para consolidar la política pública de desarrollo rural con enfoque territorial, o para redistribuir los recursos que dejaremos de gastar en la guerra con las Farc, o para enfrentar la crisis medioambiental que se aproxima en el mundo, o para aumentar la calidad de la educación pública? ¿Sabe qué opinan sobre esos mismos temas los demás aspirantes, los que no son los suyos?
Porque si usted no tiene tiempo ni ganas, qué se puede esperar de la gran mayoría de votantes de Colombia, aquellos que no abren un periódico sino para ver la foto del partido del domingo.
Esta vez haremos lo de siempre: algunos saldremos a votar porque sí y punto, o porque no y punto, sin nada que pueda sustentar el error colectivo que cometeremos. Y la razón es simple: no tenemos tiempo ni ganas.