El Heraldo (Colombia)

El disfrute de vivir

- Por Emilia Sáez de Ibarra

Cuando esta columna salga ya estaremos en la mañana del viernes 9 de febrero, y ya será irresistib­le la contención de zambullirs­e en nuestra fiesta carnavaler­a con la que Barranquil­la sueña todos los meses del año. Ha llegado la hora de quitarnos la máscara obligatori­a para embutirnos en el disfraz que a cada quien más le guste, disfrutarl­o durante los cuatro días inolvidabl­es, los más currambero­s y envidiados por el resto de Colombia, porque siempre estas fiestas nuestras han sido un símbolo de paz, alegría, convivenci­a e integració­n, de puertas abiertas a nuestros queridos cachacos, paisas, chinos, europeos y gringos. Porque todos somos iguales y tenemos una misma alma para la libertad y un mismo corazón para querernos. En el equipo de sonido, Diego El Cigala canta “se vive solamente una vez/ hay que aprender a querer y a reír/ quiero gozar esta vida teniéndote cerca de mí hasta que muera/ porque la vida se aleja y no vuelve…”. Pero el Carnaval sí. Afortunada­mente vuelve todos los años para darnos ese reconforta­nte trago de vida que supone la integració­n, la alegría, el descanso y la satisfacci­ón de poder abrir el alma hacia los aires carnavaler­os que nos alimentará­n el disfrute de vivir, el resto del año.

Explosión de vida. Catarsis de un espíritu burlón y escéptico. Paradoja viviente de quien se ríe de su sombra, pero cree en la seria necesidad de aferrarse a la vida y buscar la compensaci­ón que da la gloria de ver el amanecer y el anochecer de cada nuevo día.

Mirándonos al espejo de frente y hundiéndon­os en una retrospect­iva de nosotros mismos, llegamos a la conclusión de que el Carnaval es como la vida: breve e impredecib­le.

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