El disfrute de vivir
Cuando esta columna salga ya estaremos en la mañana del viernes 9 de febrero, y ya será irresistible la contención de zambullirse en nuestra fiesta carnavalera con la que Barranquilla sueña todos los meses del año. Ha llegado la hora de quitarnos la máscara obligatoria para embutirnos en el disfraz que a cada quien más le guste, disfrutarlo durante los cuatro días inolvidables, los más curramberos y envidiados por el resto de Colombia, porque siempre estas fiestas nuestras han sido un símbolo de paz, alegría, convivencia e integración, de puertas abiertas a nuestros queridos cachacos, paisas, chinos, europeos y gringos. Porque todos somos iguales y tenemos una misma alma para la libertad y un mismo corazón para querernos. En el equipo de sonido, Diego El Cigala canta “se vive solamente una vez/ hay que aprender a querer y a reír/ quiero gozar esta vida teniéndote cerca de mí hasta que muera/ porque la vida se aleja y no vuelve…”. Pero el Carnaval sí. Afortunadamente vuelve todos los años para darnos ese reconfortante trago de vida que supone la integración, la alegría, el descanso y la satisfacción de poder abrir el alma hacia los aires carnavaleros que nos alimentarán el disfrute de vivir, el resto del año.
Explosión de vida. Catarsis de un espíritu burlón y escéptico. Paradoja viviente de quien se ríe de su sombra, pero cree en la seria necesidad de aferrarse a la vida y buscar la compensación que da la gloria de ver el amanecer y el anochecer de cada nuevo día.
Mirándonos al espejo de frente y hundiéndonos en una retrospectiva de nosotros mismos, llegamos a la conclusión de que el Carnaval es como la vida: breve e impredecible.