Candidato de alguien
Cuando una marca, por cuestión de tiempo y uso, empieza a perder fuerza y a pasar de moda, nada mejor para el mercadeo que modernizar su concepto, su color y publicidad, a pesar de que el producto o el resultado siga siendo el mismo. Con un reciente trino escrito por el senador Álvaro Uribe Vélez, que ha sido interpretado como una amenaza en contra de la libertad de expresión, como también una declaración bastante explícita de que la palabra de Uribe es la que cuenta cuando se trata de Iván Duque, parece que queda claro que la estrategia es sencilla: repetir por tercera vez presidente, esta vez por interpuesta persona.
Nada más refrescante para la audiencia que un joven exitoso, que no tenga precedentes en la justicia, que goce de una imagen radiante y de un discurso que propone ser de centro. Sin embargo, esa imagen se empieza a nublar cuando a través de declaraciones que prometen un escenario de vendetta en contra de periodistas y medios de comunicación, un expresidente deja por sentado que su candidato más que contar con su apoyo, está ahí para acoger sus directrices. Se nubla, o mejor se oscurece una aspiración presidencial, cuando la sombra de un gobierno que dejó numerosos sinsabores en el país, en términos de garantías y libertades, vuelve al ruedo con el desatinado ímpetu represivo de cuando ostentaba el poder.
La masiva votación recibida por Duque en la consulta interpartidista, da cuenta de su favorabilidad en las urnas entre los votos de la derecha, por lo que sería muy triste e infortunado que dicha percepción positiva entre un grupo representativo de personas se convierta con el tiempo en una táctica engañosa para ganar puntos con la sociedad.
Ahora, otro es el escenario si en el marco de la democracia, por más infortunado que sea, la ciudadanía decide votar por alguien carente de autonomía real para regresarle el poder al Centro Democrático. Ante esta hipótesis, que no resulta para nada descabellada y que puede resultar mucho más apegada a la realidad, estaría claro que la cultura democrática del país sigue siendo muy débil y que este tipo de dinámicas, aunque no deberían ocurrir por algo tan básico como la responsabilidad política de quien está en el poder, seguirán siendo el pan de cada día si no se fortalece la preferencia por unas ideas y por personas o por la imagen que tenemos sobre ellas. Lo que está claro es que, si se quiere controlar el efecto repelente de Uribe sobre Duque, debe haber una genuina manifestación del candidato del Centro Democrático de que quien lleva la batuta es él y no su senador.