Ay, mi pueblo natal
Durante el período Edo (1600-1868), Issa Kobayashi, uno de los grandes poetas del haikú escribiría “Mi pueblo natal: todo/ lo que me sale al paso/se vuelve zarza”. Aunque Issa vivió en una especie de ‘edad de oro’ de la historia de Japón, en que la actividad económica y cultural florecieron en centros urbanos como Kioto, Edo y Osaka, y que esta Era de estabilidad se vio reflejada en la literatura, su obra revela su condición particular –en contraste con el optimismo de la época– para manifestar esa aflicción que, si bien tenía que ver con lo personal, era también producto de ese fracaso colectivo que para la vida en sociedad representa el sufrimiento latente en las clases excluidas.
Guardadas las diferencias, en el siglo XXI Barranquilla cree vivir un momento semejante. A juzgar por los informes de las autoridades distritales y departamentales, parecería una región donde la palpitante economía y la audaz cultura urbana podrían calificarse como un milagro que se abre paso en medio de la confusión que reina en el país. Según informe de gestión de la Gobernación, el Plan de Desarrollo 2016-2019 ejecuta en la actualidad 376 obras que enmarcan el futuro promisorio del Departamento del Atlántico, futuro que, además, se anuncia como inmediato: “son obras en las que se invierten $2 billones, y estaremos entregando detalles de cada una de ellas entre el 23 de febrero y el 10 de abril próximo”, dijo el gobernador Verano.
Por otra parte, el alcalde Char no vacila en ensalzar los trabajos que lleva a cabo su administración: “2018 será el año de grandes obras en Barranquilla”, dijo recientemente, y recorre satisfecho los avances en el Gran Malecón del Río, la canalización de arroyos, la recuperación de parques y la implementación de los escenarios deportivos para los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Todo parece considerable, monumental, extraordinario, grandioso. Eso está bien, la ciudad se ha transformado; y en una región en que, a diferencia de los solidarios antioqueños, renegamos de cuanta cruzada pública se emprende, ambos parecen decididos a practicar ese elogio de sí mismos que es definitivo en un líder. Sin embargo, como diría sir Arthur Conan Doyle, creador del célebre personaje Sherlock Holmes, “Nunca se confíe a impresiones generales: debe concentrarse en los detalles”. Y, aunque estamos alarmados ante el deterioro general que presentan los grandes escenarios de Barranquilla, existen síntomas claros de que la cosa no está bien en obras menos pomposas e inauguradas recientemente. ¿Y cuáles son esos detalles que son indicios pesimistas y se ignoran? Elemental, mi querido Watson, saltan a la vista. Para dar solo un ejemplo basta tomar las llamadas autopistas que circundan la ciudad, para comprobar que el cartel de las luminarias está nuevamente haciendo de las suyas y las entusiastas autoridades no parecen darse cuenta. Ay, “Mi pueblo natal: todo/lo que me sale al paso/ se vuelve zarza”.